jueves, 3 de marzo de 2011

Sobre el discurso de Cristina (I)

Me suena raro leer el diario sin entender de que la juegan los pronósticos económicos que le vaticinan al país.

Podemos ver ciertas incongruencias en el Clarín de hoy, como ser:
"Tampoco pasó desapercibida la falta total de autocrítica y el intento de instalar la idea de que a la Argentina le va bien en materia económica sólo por lo que hace el Gobierno.
Este hace lo suyo, pero hoy les va bien a todos los países productores de alimentos y exportadores de materias primas.
La situación internacional para la Argentina en materia económica sigue siendo muy favorable y eso no es un dato menor.
Los precios de las materias primas se duplicaron o triplicaron en diez años y eso, junto con el aumento de la producción, es el argumento básico para explicar el crecimiento de los últimos años."

Hay ciertas inconsistencias en esto, pero, volviendo a Jauretche y Scalabrini Ortiz, sólo diré que el balance de cambios nunca es favorable a un país exportador de materias primas. Quien quiera refutarme, lo invito a que se explaye sobre un caso exitoso, sin deudas millonarias con el extranjero.
Además, si no recuerdo mal, en 2008/2009 (luego del temita del campo, la 125, y sarasa) el precio de los comodities se fue al piso. Si hasta hablaban de la ruina de los productores de soja en todos los diarios.
Por todo eso, estoy un poco estufa de ciertos argumentos ridículos que escucho en compatriotas de mi edad cuando, en su perra vida, se informaron sobre lo que ha sucedido en este país. Empiezo por decir que, lejos de ser oficialista, estoy de acuerdo con el gobierno en aspectos fundamentales de su gestión.

El campo DEBE financiar el crecimiento del país.

Lejos de reivindicar nuestra tradicional visión de nación agrícola, destinada a proveer a otras naciones, debemos aprovechar la mala situación alimentaria mundial para industrializarnos lo más posible.

Lo primero que dicen los detractores de este modelo es que el gobierno se gasta el dinero en dádivas y planes sociales. Planteénse entonces: ¿Por qué aumentaron las reservas, tanto como para pagar parte de la deuda externa? ¿Por qué aumentaron las mismas reservas?

Una respuesta típica sería: Porque el campo da mucha plata, y ni siquiera este gobierno se la puede gastar toda. O, mejor, porque se roban también lo que hay en ANSES.

Otra lectura podría ser que parte de ese dinero se está usando, también, para el establecimiento local de industria liviana y mediana. Pero, claro, los objetores afirmarán que la única industria rentable es la pesada. Yo estaré de acuerdo con ellos, pero planteando una objeción: Peor es la ausencia de industria, porque nos obliga a endeudarnos para comprar bienes de uso.
El préstamo a la GMC vendría a graficar lo que se pretende: Fabricación nacional, empleo nacional, desarrollo nacional.
Habrá quien dirá, pero eso resulta en una truchada. Pongámosle que sí, que puede ser trucho. En ese caso tendría una calidad parecida a (casi) todo lo que se fabrica en China.

Sin embargo, esto me lleva a un punto que me parece fundamental y que no ha sido publicitado por los medios: La industria nacional de armamentos. ¿Por qué? Porque todo avance tecnológico civil resulta derivado de uno militar. Desde internet hasta los GPS, las aplicaciones militares culminan (siempre) en productos civiles de uso masivo.
Este gobierno, mal que le pese a muchos, ha reactivado tanto la industria como el desarrollo militar. Esto es de vital importancia para un país que desea independizarse del (eterno) modelo agro-exportador.
Volvimos a fabricar tanques, después de 20 años de inacción. Volvimos a la investigación aero-espacial, nuclear, marítima. Y aunque no quisiéramos hacerlo por la defensa de la soberanía, bien podríamos hacerlo por la plata. No hay que mirar más lejos que Brasil, cuya industria de armamentos le rinde utilidades que son usadas para desarrollar otras tecnologías.

Hasta la década del 90, nuestro desarrollo militar gozó de cierto renombre mundial. Claro, no competíamos con las potencias, pero ofrecíamos productos con una excelente relación costo/rendimiento. Estábamos desarrollando un vector con aplicaciones nucleares (Cóndor II) que nos hubiera puesto en la cima de la región. Así mismo, contábamos con desarrollos propios, y muy buenos, en materia naval, aeronáutica y de vehículos militares. Pero todo se desmanteló en pocos años. Y lo que muy era bueno se vendió a precio nominal a compradores más bien espurios (los aviones a MD, los misiles a EE.UU, el modelo de reactor de submarinos a un ignoto comprador europeo, etc).
El argumento fue que no los necesitábamos.

Volviendo al tema original: El gobierno usa al campo para financiarse. Sí. Y debe usarlo porque es la única herramienta que tiene, hoy, el país. Con el dinero obtenido de las exportaciones del campo, se debe financiar la industrialización. Más tarde, para aumentar las ventajas de lo nacional o regional, debe arancelar las importaciones.
Parece mentira que, partiendo del campo, lleguemos a la investigación militar y a la soberanía nacional. Pero están muy relacionados.
Quizá, personalmente, iría más allá planteando un plan estratégico regional (que incluya el desarrollo militar), desde el UNASUR. Esto ha empezado, muy tímidamente, porque podría se la perfecta excusa que algunos buscan para reavivar las relaciones carnales.

Me despido con una palabras de Scalabrini Ortíz, que por viejas no pierden valor: Los grandes diarios eran altaneros y casi despreciativos para referirse a los hombres e impulsos del país. Para justificar, siquiera verbalmente, su campaña contraria al gobierno, se les revistió con apariencias de disconformidad política. Se atacó a Irigoyen acusándolo de dictador con todas las variedades del ingenio deslenguado.

El aristócrata di Lampedusa puso en labios de un garibaldino la frase todo tiene que cambiar para que, en realidad, nada cambie. Los aristócratas criollos confían en esta supuesta constante del ser humano.

Nosotros, los giles encargados de exigir estos cambios, confiamos en que Lampedusa se equivocó.

Fuentes:
Varios diarios.

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