domingo, 15 de enero de 2012

Leer y escribir, de Ariel Bermani

Lo compré, lo empecé en el tren y lo terminé en dos días (interrumpiendo la lectura de Javier Calvo). Voy a estar pensando en esta novela mucho tiempo más.
De ella dice Elsa Drucaroff en Los prisioneros de la torre:

"Los libros son hermosos en Leer y escribir pero también un camino hacia la soledad, el aislamiento y la indigencia. La lectura como actividad de alto riesgo es un tópico que la literatura ha planteado muchas veces. Desde el Quijote hasta La historia sin fin, de MIchael Ende, pasando por Flaubert y su Madame Bovary, o de tantos cuentos de Borges, la lectura se visualizó como una actividad que amenaza el equilibrio psíquico, la inocencia, la seguridad social y la tranquilidad. Pero la amenaza, de algún modo, tenía un brillo seductor que la hacía valer la pena. Acá sigue valiendo la pena pero no tiene seducción alguna: el lector no es premiado con aventuras adrenalínicas del alto riesgo (Ende), con locura romántica (Cervantes), con ensoñación que envenena de deseo (Flaubert) o con aterradora revelación de un secreto metafísico (Borges). Los efectos "negativos" de leer son grises, organizan lo que Vicente Muleiro llamó en su reseña del libro, "la cotidianeidad como desastre sordo".
Leer y escribir explicita la amarga imposibilidad de adaptación que paga un lector en un mundo que hace de la superficialidad un pasaporte al éxito. Es la historia de un ciudadano abúlico porque no posee virtudes que brillan en su tiempo, un hombre a quien le va mal aunque no le pase nada tremendo. Leer y escribir denuncia qué lugar propone para los lectores una sociedad cuya compacta mayoría desprecia los libros, mientras el poder suele ensalzarlos con hipócritas palabras escolares.
Si bien el capital simbólico funciona para muchos amantes de los libros como compensación imaginaria frente a su usual ausencia de capital económico, para Leer y escribir es una riqueza inmensa sin glamour alguno, apenas propia de marginales, gente inconveniente, condena a la lucidez y la impotencia. En la Argentina vaciada por el neoliberalismo su personaje sin aura es el que "lee y escribe"."

[nota extraida de Lunes por la madrugada]

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