Ah, excelente nota del dueño de SaberDerecho.
En post anteriores hablé sobre mi visión del conflicto del Atlántico Sur. Ahora que la cosa ha recrudecido, he visto en los análisis de tráfico del blog que muchas personas de México y Colombia se han interesado por el tema.
Creo que ya es conocida la historia conflictiva de mi país (Argentina) con una de las potencias coloniales que más nos ha jodido la vida en toda nuestra existencia como nación.
Inglaterra trató de invadirnos 2 veces, después nos bloqueó comercialmente en varias oportunidades, más tarde obtuvo "la libre navegación de los ríos" y la sumisión colonial de unos vende patrias que mejor ni recordarlos.
En el interín se adueñaron de Las Malvinas.
Hay muchos y muy buenos libros sobre el conflicto, yo tengo varios, pero no me voy poner a desarrollar la historia porque, como dije antes, es harto conocida.
Sin embargo, quisiera destacar que los inicios del problema fueron, cómo no, por licencias de caza y pesca. Corría la época de Juan Manuel de Rosas y el gobernador de las islas era Luis Vernet (un francés que vio el filón de establecer una colonia en las islas). Para resumir: Se le cedió una goleta con la que patrullaba la zona reclamando el pago de los necesarios, y nunca pedidos, certificados de explotación.
El señor Vernet tuvo problemas con buques furtivos estadounidenses (motivo por el cual, una fragata, creo la USS Clio, bombardeo puerto argentino a modo de escarmiento), y con los ingleses. Barcos de ambas potencias cazaban ilegalmente en la zona y los intereses sobre el archipiélago desencadenaron la invasión de las islas, allá por 1833.
De ahí en más, ¿qué podemos pretender de los ingleses, excepto que hagan estas bravuconadas? Sigamos por el camino diplomático, que es lo que corresponde.
Con respecto a la "libre determinación de los pueblos", acá va un tengo de uno que se la sabe lunga:
La presidenta de los argentinos hizo un llamado a la responsabilidad
institucional y la negociación para terminar con 180 años de ocupación
de las islas Malvinas por parte del Reino Unido, y yo, en mi carácter de
presidente de la República Democrática
de Timor-Leste –primer país descolonizado del siglo XXI–, estudioso de
los procesos de descolonización, y Premio Nobel de la Paz de 1996,
justamente por la búsqueda de una solución pacífica a la ocupación
indonesia de mi tierra, no puedo menos que apoyar su reclamo y el de los
millones de argentinos.
Esta solidaridad tiene sus raíces en
el derecho internacional, en la racionalidad política moderna y en la
lógica que emerge de la necesidad de la construcción de un nuevo orden
político internacional más justo, no basado en el poderío militar y
económico, sino en la justicia, la solidaridad y la equidad.
El
derecho a la libre autodeterminación de los pueblos es reconocido
universalmente, pero sin que viole o contradiga el principio de
integridad territorial de los países y las naciones.
El
pretender que las Malvinas deban ser consideradas parte del Reino Unido
por estar habitadas por ingleses –que hasta antes de 1982 ni siquiera
tenían derechos ciudadanos plenos, asimilables a los de un habitante de
Londres– tiene la misma consistencia legal y lógica que pretender que
los habitantes del Barrio Chino de Belgrano, en Buenos Aires, quieran
responder políticamente a Beijing o a Taiwan y no a la República
Argentina. El derecho a la autodeterminación de los pueblos no fue
inventado para grupos étnicos residiendo en un territorio determinado.
Los malvinenses pueden seguir siendo ciudadanos ingleses, así como los
del Barrio Chino de Buenos Aires seguir siendo chinos, ser respetados en
sus culturas y valores, pero residen en un territorio soberano de la
República Argentina. Inclusive se puede pensar en un estatuto especial,
consensuado, pero que contemple, por sobre todo, la integridad
territorial de la Argentina. La España moderna, democrática y del
consenso consiguió estatutos autonómicos imaginativos e interesantes
para vascos o catalanes, y mantuvo su unidad territorial y nacional.
Una vez más Argentina apela, como lo vino haciendo hace años, a las
instituciones de las Naciones Unidas: el Consejo de Seguridad, el Comité
de Descolonización e inclusive la Asamblea, donde están representados
los Estados soberanos. La guerra de 1982 fue un acto de una dictadura
sangrienta que usurpó la democracia y sojuzgó al pueblo por la fuerza.
No puede ser tomada como jurisprudencia para negar la apertura de las
negociaciones.
El Reino Unido es miembro permanente y con
derecho a veto del Consejo de Seguridad y debería dar el ejemplo de cómo
resolver conflictos de manera pacífica. Ya lo hizo en la negociación
con China por la devolución de Macao y Hong Kong. ¿Por qué no intenta
con Argentina una solución negociada como aquélla? ¿Será porque
Argentina no tiene el poder militar de China? ¿Será porque Argentina
muestra vocación pacífica? ¿O será por el potencial de recursos
naturales que tiene la región? Inclusive si así fuera, siempre existe la
posibilidad de una solución creativa para el manejo y administración
responsable y sustentable de estos recursos.
Desde el punto de
vista de los principios, resulta insustentable que antiguas potencias
coloniales mantengan territorios en otros países, como es el caso de
Gibraltar, Guantánamo o las Malvinas. En el siglo XXI, cuando la
totalidad de los países integrantes de las Naciones Unidas sin
excepciones nos comprometimos en los Objetivos de Desarrollo del
Milenio, donde en el Objetivo número 8 se habla de “Promover una
asociación internacional para el desarrollo”, es inadmisible que un país
europeo, o de donde fuere, conserve colonias a decenas de miles de
kilómetros de distancia, y, en especial, cuando esta presencia se apoya
en poderío militar.
Por José Ramos Horta. Presidente de la República Democrática de Timor-Leste - Premio Nobel de la Paz 1996. Leído en Página/12.
Fuentes:
Varias
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