jueves, 9 de febrero de 2012

Reflejo del dolor de una infancia violentada


[Opinión personal]

Cuando los huevos y la bronca se vuelcan a la tinta, aflora la denuncia. Porque la libertad, como bien dijo siempre un amigo mío, empieza en la cabeza.

[nota extraída de Telam]

Una revista de cultura marginal, ¿Todo Piola?, nacida en un instituto de menores y que va por su 13ra. edición, interroga y cuestiona -con letras "de sangre" y algunas esposadas- los límites y las incongruencias de la sociedad actual, reflejando el estigma de los estereotipos establecidos. 

"Buscamos desnaturalizar ´el deber ser´...del preso, del pibe chorro, del que vive en la villa. En la revista no vas a leer sobre lo duro que es ser pobre porque eso ya lo sabemos, no es novedad.

Queremos algo nuevo, volar, hacernos nuestra propia idea", dice a Télam el poeta y editor Camilo Blajaquis sobre esta edición bimensual que teje puentes entre mundos distintos.

¿Todo Piola? (¿TP?) nació a finales del 2007, mientras Blajaquis cumplía su condena por secuestro extorsivo en el Instituto Belgrano, donde llevaba dos años de encierro entre idas y venidas por distintos penales de Buenos Aires.

Fue una propuesta que se la trasmití a mi amigo Patricio, un mago que daba talleres en el penal. Estaba buscando cómo materializar las ideas que estaban apareciendo en mí y un espacio para hablar de `nosotros´", cuenta hoy este veinteañero poeta que en prisión descubrió la "conciencia de leer".

Tras las rejas, Blajaquis lanzó las primeras cuatro ediciones en forma clandestina y sólo para unos pocos porque "sí la leían masivamente hubiesen sido reprimidos por el aparato institucional carcelario", denuncia.

Para el fundador de ¿TP?, las primeras críticas a la publicación fueron acaso el envión que lo motivó: inmediatamente había conexión entre la revista y los pibes. Eso me llenó de emoción".

Los trece números que ya se publicaron desmenuzan temáticas como la soledad, el lenguaje, la violencia, el miedo, el trabajo, la política, la pasión y el debate sobre la baja en la edad de imputabilidad.

"La información de ¿TP? es marginal, no sólo en el sentido de la pobreza y la desigualdad, sino porque escribimos notas que se mantienen al margen del circo general de información", explica Carlos Dupin, otro de los hacedores de la publicación, en la que participan presos, villeros, chicos de barrio, sociólogos y diseñadores, para lograr "diversidad y multiplicidad".

De la charla con Télam también participa Philo Stancovich, cuyo seudónimo en la revista, al igual que todos los que escriben, es una forma de "jugar con la identidad e ir contra lo impuesto".

La revista "no representa, expresa en forma directa; no dice qué está bien o está mal, sino lo que está. Escribámoslo. Dejemos la pregunta abierta y que el lector se interrogue con el criterio que quiera", dice Blajaquis.

"Nos preocupamos por entrar a los penales y conseguir nuevos pibes, que cada uno tenga la posibilidad de escribir. Pero, advertimos, `no manden cosas moralistas porque eso no va´ y así formamos otra relación. El pibe dice ´Uh entonces voy a decir lo que pienso?`. Si! Hay libertad total en ¿TP?", relata Blajaquis sobre algunas críticas amargas recibidas debido al perfil editorial.

"Quebramos con esos discursos y pienso que por eso la revista le fastidia tanto a los moralistas", se interroga uno de los chicos que dedica sus esperanzas de renovación en su hijo y no en sus padres porque "ya su generación fue lastimada y le metieron miedo", algo que lo hizo llegar al límite. Me cansé de ese discurso, por eso me fui de mi casa".

Blajaquis explica que "me causa pena ver esa cara de la sociedad, indiferente, llena de odio. No podemos ir a la guerra con guerra. Sino al contrario decir: `que lástima que no podamos ver al fondo de la cosas, que repitamos el discurso de los grandes medios´".

Será por eso que "en ¿TP? tiene que haber una coherencia. No alcanza solo con escribir y hacer llorar de sensibilidad si después, cuando salís a caminar la realidad, sos indiferente", desliza Stancovich, que al igual que Blajaquis, también recorrió institutos y cárceles.

Queda evidenciado que para estos jóvenes, la literatura es aquella que se escribe con sangre, con las heridas abiertas de infancias violentas pero que trata de no guardar dolor y resentimiento.

Nos sobran motivos para sentirnos así. Podríamos salir a devolver la violencia que nos metieron desde la panza. ¿Por qué escribir, por qué devolverle amor a una sociedad que tiene su estructura desde el odio?, insiste Blajaquis, autor de dos libros de poemas "La venganza del cordero atado" y "Crónica de una libertad condicional".

Convencido de que la revista significa "una forma de vivir en este mundo de mierda", Dupin afirma que le da libertad de poner su granito en esto. "Libertad porque sale de mi cabeza, lo vomito", grafica y expresa su anhelo de dejar la fábrica y vivir de la publicación.

Hecha a todo pulmón, la revista con una tirada de 1.500 ejemplares se consigue a través del correo electrónico revistatodopiola@gmail.com, donde los pibes afilan dientes y uñas para mantenerla en pie.

Para Blajaquis, "en la revista está latente que "el arte salva, como decía Gilles Deleuze y vence a la infamia, a la desinformación, a la muerte misma, enfatiza Blajaquis.

Por eso el arte es un bien de la humanidad, no es propiedad de nadie. Si no hay lapicera hay que escribir con sangre, también lo decía Friedrich Nietzche. Y bueno...los elementos están, ahora a crear".

“Ese pensamiento a mí me salvo. ¿Qué hago yo escribiendo libros? Si no hubiese escrito poemas estaría muerto, preso o creyéndome un hijo de puta como quiere el aparato institucional", redondea Blajaquis.


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