[NOTA ORIGINAL EN LA HISTORIA DEL DÍA]
El fracaso y las contradicciones de la estrategia empresarial de “argentinización” de YPF, que hacen que Repsol no sea capaz de asumir financieramente la puesta en explotación de las reservas de hidrocarburos de la zona de Vaca Muerta, plantean en toda su crudeza las exigencias del autoabastecimiento energético sostenible de Argentina. En un ambiente determinado por la creciente competencia en el mercado global de gas y petróleo, por los límites empresariales de Repsol y por la política de nacionalización parcial emprendida por el gobierno argentino de Cristina Fernández, el gobierno español de Mariano Rajoy amaga con un rumbo diplomático de choque. Testimonium paupertatis donde los haya de la “marca España”, el choque no puede menos que afectar al conjunto de las inversiones españolas en América Latina y retroalimentar el hundimiento de la confianza de los “mercados” en un Reino de España intervenido de facto por la UE, en plena crisis de su deuda soberana.
Un poco de historia: YPF y el sueño de un desarrollismo endógeno argentino
YPF fue para los argentinos algo más que
la principal empresa nacional y un símbolo de soberanía en materia de
explotación de hidrocarburos. Como bien señaló Gustavo Callejas (ex
secretario de Combustibles y animador junto a Fernando “Pino” Solanas y
Félix Herrero del Grupo Moreno que dio una batalla consecuente contra
las privatizaciones), la renta petrolera permitió en Argentina crear,
desde 1934 hasta 1989, toda la infraestructura viaria nacional y
provincial, construir la red troncal y expandir las redes domiciliarias
de gas. Esos fondos fueron también determinantes para la construcción de
todas las represas hidroeléctricas, aportaron a las cajas de previsión y
financiaron a otras empresas del Estado. YPF creó pueblos, escuelas
técnicas, redes de comunicación. Hasta su privatización, se
contabilizaban reservas de gas para 36 años y de petróleo, para 23 años.
Pero desde 1989 no se construyó un solo gasoducto o poliducto destinado
al mercado interno. Ahora nadie sabe con certeza cuáles son las
reservas argentinas de petróleo y de gas. Durante el gobierno de Menem,
se construyeron gasoductos para exportar gas a Chile, un gran negocio
para las transnacionales, mientras el 40 por ciento de los hogares
argentinos carecían de él.
En esa historia tan intensa de YPF, y
todo lo que ha significado para la política energética del país, no
estuvieron ausentes los intentos de vaciamiento o liquidación, que
finalmente tuvieron éxito en los años ´90.
El mismísimo general Perón, en su
segundo mandato y frente a las dificultades que se advertían en la
economía mundial tras el fin de la guerra de Corea, apuntó a un acuerdo
con una de las Siete Hermanas, a la que ofreció un contrato de
explotación de los yacimientos de la Patagonia, considerada ya entonces
la región más prometedora en cuanto a reservas estimadas. Pese disponer
de una mayoría absoluta en el Congreso, una parte de los diputados
peronistas enfrentó a su jefe, una confrontación que fue finalmente
interrumpida por el golpe de 1955 que derrocó a Perón.
Luego vino Arturo Frondizi, que había
transitado toda su vida política agitando la defensa del petróleo como
una herramienta estratégica para el desarrollo nacional, pero que al
llegar al gobierno en 1958 dio un giro de 180 grados, haciendo todo lo
contrario de lo prometido en campaña. Para imponer su plan de
concesiones, tuvo que derrotar una huelga general de los trabajadores
petroleros, movilizándolos con el Ejército, y aplicando el Plan
Conintes (Conmoción Interna del Estado). La Federación de los
petroleros, dirigida entonces por combativos dirigentes como Marcelo
Alvarado y Ricardo Frigerio (nada que ver con Rogelio Frigerio,
ideólogo y uno de los hombres más cercanos a Frondizi), pudo sostener la
huelga en algunas zonas, aun desde la clandestinidad o movilizados
militarmente. Entre los trabajadores petroleros se recordaba por décadas
la hazaña de la destilería de Luján de Cuyo, que estuvo paralizada más
de un mes después de que el movimiento a escala nacional hubiera sido
derrotado. Ni los técnicos italianos, que la habían construido y puesto
en marcha -y a los que trajeron para quebrar la huelga-, pudieron
vencer la resistencia y sabotaje de los trabajadores y poner en
funcionamiento la planta.
Finalmente, los contratos de Frondizi
fueron anulados por Arturo Illia, en un nuevo intento de restablecer el
carácter estratégico de YPF en el sector energético, lo que duró hasta
el golpe militar de Juan Carlos Onganía (1966). En el breve período de
Cámpora-Perón de 1973-1974, con José Gelbard al frente de la Economía,
otra vez se intentó corregir el rumbo. Durante la Dictadura Militar de
1976-1983, YPF fue un botín de guerra codiciado por los mandos
castrenses y sus socios empresarios y tecnócratas, como plataforma de
grandes operaciones financieras y negociados. La patria contratista, que
había nacido con Onganía en 1966, vivía con la dictadura de Videla su
momento de gloria. Entre las operaciones financieras se computaron el
apalancamiento de préstamos para la compra de armamentos y otros
mercadeos conexos, que dejaban grandes comisiones, de las que
participaban eufóricos los nuevos ricos de la “patria contratista”.
Vaciamiento y privatización irregular de YPF
Como una muestra de las grandes
paradojas de la historia política argentina, fue un abogado peronista
riojano, un personaje distinguido en ese tiempo por su facha Siglo XIX
-cara chiquita entre el paréntesis de la melena y unas enormes patillas-
quien denunció en 1982, ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia
en lo Criminal y Correccional Nº 3, de la Capital Federal (Expediente
41.545), el endeudamiento fraudulento y vaciamiento de YPF cometido por
el régimen militar ya agonizante.
Pero esa no sería la última de las
paradojas, casi una comedia de enredos, si no fuese por la tragedia que
siempre acompañó a esas prácticas políticas. Precisamente es el mismo
Menem quien, al asumir el gobierno en 1989, renuncia al discurso de
campaña, en una versión aumentada y corregida de la voltereta de
Frondizi, para asumir plenamente la política económica neoliberal. Esta
vez, la hiperinflación, el contexto internacional y el pasado todavía
latente del terrorismo de Estado, contribuyeron a que se lograra
destruir todo plan energético nacional. Sin embargo, esos vientos, con
toda su fuerza, no eran suficientemente destructivos por sí solos. Había
que quebrar a los trabajadores de las empresas públicas de energía y de
servicios públicos.
Se concibió para ello una estrategia muy
eficaz, tejida de complicidades y maniobras. Uno de los instrumentos
fue el programa de propiedad participada (PPP), por el que los
trabajadores supuestamente se quedaban con el 10 por ciento de las
acciones: unas acciones que, en realidad, iban a manejar los dirigentes
sindicales corruptos en cumplida connivencia con los empresarios, los
bancos y el ministerio de Economía dirigido por Domingo Cavallo. Otro de
los medios fue el reparto de las satrapías entre los gobernadores de
las provincias petroleras, virtuales señores feudales con una
participación decisiva en el negocio petrolero. El “chamullo” técnico,
por usar lenguaje tanguero, fue que el petróleo y el gas ya no eran más
recursos naturales estratégicos, sino que, a causa de la
“globalización”, del “fin de los Estados-nación (sic)”, etc., etc., eran
bienes transables, commodities, con un comportamiento en el
mercado igual que el maíz, el café, la soja, el azúcar, etc. Un concepto
que no resistió la menor prueba, ya que apenas se dio vuelta la página,
continuaron por doquiera las guerras geopolíticas por el dominio de las
regiones ricas en hidrocarburos.
Consumada la privatización, la nómina de
personal de YPF pasó de 37.000 a 5.500 trabajadores. Numerosas
actividades fueron o tercerizadas o desguazadas. Entre ellas, la
poderosa flota petrolera de la empresa estatal. Varias de esas naves
fueron vendidas, entre los amigos, sin registros contables; y a muchas,
se las puede hoy ver abandonadas en cementerios flotantes sobre el río
Paraná. Con todo descaro, algunas de las empresas contratistas que
manejan resortes fundamentales de la operatoria de YPF figuran con
domicilio legal en la sede de la Federación del SUPE, el mismo edificio
que en 1958 ocupaban aquellos luchadores infatigables –tan penetrados de
consciencia de clase— elegidos por el voto libre de sus afiliados y que
murieron casi en la pobreza.
Todo este proceso de privatización de
YPF estuvo viciado de ilegalidad desde su origen. Entre las numerosas
denuncias formuladas en los tribunales, con el patrocinio del ex juez
Salvador María Lozada, Pino Solanas presentó en su momento un recurso de
inconstitucionalidad muy bien fundamentado. La respuesta fue un
atentado: nueve balazos en una plaza de estacionamiento; varios tiros
que, afortunadamente, sólo encontraron sus piernas, ya fuese por milagro
o porque en realidad quienes dispararon eran sicarios profesionales que
sólo tenían ordenes de intimidar.
Dada la muchedumbre de antecedentes
irregulares de la privatización de YPF y del gas (hasta el punto de que
se llamó a la bancada parlamentaria a un diputado “trucho”, a fin
alcanzar el número necesario de votos), resulta ahora cuando menos
jocoso escuchar las apelaciones a la “seguridad jurídica”. Entre otras
aberraciones legales o procedimentales, YPF fue vendida sin tasación
previa, según prescribía la Ley de Reforma del Estado diseñada a
propósito por el “genio” jurídico de las privatizaciones, Roberto Dromi,
ahora rehabilitado como asesor del ministro de Planificación, Julio de
Vido, y –¡oh ironía de las ironías!— posible director técnico de la
ahora pretendida renacionalización.
La gestión de REPSOL
Al asumir la presidencia Néstor
Kirchner, en 2003, la relación con Repsol pasaba por buenos momentos.
Como gobernador de una provincia petrolera, Kirchner había tenido un
protagonismo relevante en el proceso de privatización del petróleo y del
gas y luego en la negociación y la venta del paquete a Repsol. Así
pues, las relaciones con los directivos de la empresa española iban por
buen camino.
Sin embargo, tras el colapso del régimen de convertibilidad, la pesificación y el default
(suspensión de pagos), el campo de las negociaciones con las empresas
privatizadas o de servicios públicos concesionados estaba minado. En
noviembre de 2003, nuestro amigo Rubén Lo Vuolo, advertía:
.“Es indispensable realizar una estricta auditoría sobre las reservas comprobadas, tanto en el campo del petróleo como del gas, y establecer restricciones a la relación entre las exportaciones y las reservas. La prioridad es el normal abastecimiento del mercado interno a precios que sustenten las necesidades de la matriz insumo-producto local. Esto obliga a revisar criterios de libre exportación de petróleo, gas natural y derivados, como así también las exigencias en materia de explotación. Antes de exportar, las empresas deberían mostrar evidencias ciertas con respecto a un horizonte de duración de las reservas comprobadas que no sea inferior a los 10-15 años, como así también sería necesario establecer que las empresas productoras de gas y petróleo destinen un porcentaje de sus inversiones a actividades de exploración, con independencia de la duración de las reservas comprobadas de sus yacimientos”. (1)
.“Es indispensable realizar una estricta auditoría sobre las reservas comprobadas, tanto en el campo del petróleo como del gas, y establecer restricciones a la relación entre las exportaciones y las reservas. La prioridad es el normal abastecimiento del mercado interno a precios que sustenten las necesidades de la matriz insumo-producto local. Esto obliga a revisar criterios de libre exportación de petróleo, gas natural y derivados, como así también las exigencias en materia de explotación. Antes de exportar, las empresas deberían mostrar evidencias ciertas con respecto a un horizonte de duración de las reservas comprobadas que no sea inferior a los 10-15 años, como así también sería necesario establecer que las empresas productoras de gas y petróleo destinen un porcentaje de sus inversiones a actividades de exploración, con independencia de la duración de las reservas comprobadas de sus yacimientos”. (1)
Nada de eso se hizo. Las petroleras
siguieron funcionando como en los años 90. Y cuando se impusieron
restricciones a la liquidación en el país de las divisas por
exportaciones, las petroleras y las mineras fueron exceptuadas. Los
gobernadores, a su vez, otorgaron escandalosas prórrogas para la
explotación de importantes yacimientos, anticipándose 20 años algunas a
la fecha de su vencimiento, cuando la ley establece que, para renovar
una concesión, se tiene que evaluar la conducta y desempeño de la
empresa en las últimas décadas. Un verdadero grotesco. Quien sabe algo
de los negocios financieros, puede imaginar fácilmente las consecuencias
que trae en los mercados de valores el hecho de que a una petrolera se
le renueve la concesión de un área productiva por 20 años.
Desinversión o vaciamiento de YPF
Las compañías mineras y petroleras han
gozado de privilegios especiales, no sólo por el diseño y estructura de
las privatizaciones, acordes con el modelo “neocon” de los años 90, sino
porque el marco regulatorio es absolutamente permisivo. Por ejemplo,
aun en los casos comprobados de daño al medio ambiente, las
concesionarias no han tenido siquiera que pagar el valor de la
reparación del año ocasionado. Tampoco se ha planteado la obligación
legal de reformular la operatoria para evitar futuros accidentes.
Simplemente, cuando han sido sancionadas, las compañías extractoras se
han limitado al pago de una multa, que es siempre infinitamente más
barato que un procedimiento ambientalmente sustentable.
Tanto Alfonso Cortina como Antonio
Brufau, principales directivos de Repsol desde la compra de YPF, han
estado al corriente de estas historias. No podían ignorar que más
temprano que tarde, por la forma de conducir el negocio, iban a un
choque de trenes con el gobierno argentino, más allá de las voluntades
individuales.
El crecimiento sostenido de la economía
argentina de los últimos años, con el correspondiente incremento del
parque automotor, disparó la demanda de combustibles y gas (fuel, gas y
gasoil para la industria y el agro), factor al que han de agregarse los
coletazos de la crisis mundial, que han tenido gran impacto en la cuenta
de los hidrocarburos. En un curioso negocio publicitado como el
“proceso de argentinización” de YPF, Repsol había aceptado la venta del
25,4% de las acciones, por un valor de 1.304 millones de dólares, al
Grupo Petersen del banquero argentino Eskenazi, un antiguo conocido de
Néstor Kirchner totalmente extraño al negocio petrolero. Repsol sacó a
sus principales hombres de Buenos Aires, y cedió de inmediato la
dirección de la empresa a los nuevos socios. Unos socios que, conforme a
la ingeniería financiera aprobada por Repsol y el gobierno argentino,
ponían un dólar al contado y cancelarían su deuda con los mismos
beneficios o utilidades generados por la compañía en el futuro.
O sea –y es crucial entender bien este
punto—, que para recuperar el crédito lo antes posible, era fundamental
aumentar los beneficios y disminuir la inversión, pero en un contexto
totalmente diferente y adverso. Lo cierto es que, dada la moratoria
hasta 2013 acordada a los créditos a Eskenazi, Repsol no ha recibido aún
ni intereses ni principal, estando, en cambio, obligada a recomprar ese
paquete de acciones de YPF (25,46%) a 34 dólares la acción, si pierde
el control mayoritario de la compañía argentina –en el mercado bursátil
cotizaban el 13 de abril a 21,95 dólares— o disminuyen los beneficios o
utilidades repartidos.
Este proceso esta muy bien descrito en un reciente trabajo del colectivo argentino Economistas de Izquierda (EDI):
“Repsol se apoderó de YPF cuando el
barril que actualmente ronda los 100 dólares sólo costaba 20 y dedicó su
gestión a vaciar los pozos ya descubiertos. Giró sistemáticamente
utilidades al exterior e invirtió en otras regiones (EEUU, Brasil,
México, Caribe, África). Argentina figuró siempre como la principal
fuente de ingresos de la compañía y la renta del subsuelo nacional fue
destinada a abrir negocios en otras latitudes.
En sus propios balances se informa que
esos lucros surgieron del vaciamiento de los pozos ya existentes. Esa
extracción aseguró un altísimo nivel de rentabilidad. Sólo en el período
2008-2010 la empresa obtuvo beneficios netos por 13.380 millones de
pesos y distribuyó el 90 % de esas ganancias.
“Un fraude complementario fue perpetrado
por los capitalistas argentinos aliados del gobierno (familia
Eskenazi). Ingresaron a la compañía adquiriendo el 25 % de las acciones,
con fondos surgidos de la distribución de las utilidades. No pusieron
un solo peso y financiaron su compra con créditos solventados en el
vaciamiento de la empresa.
“El gobierno participó directamente de
esta operación. Destrabó obstáculos legales y sancionó ajustes de
precios en los surtidores. Supuso que esta “argentinización” permitiría
recuperar el control sobre un sector devastado por las privatizaciones.
Pero el remedio fue peor que la enfermedad, puesto que los empresarios
nacionales acentuaron el parasitismo de los ibéricos.
En los últimos meses este desastre
comenzó a repercutir sobre la economía y obligó al gobierno a presionar
por un incremento del abastecimiento. El oficialismo se enojó con sus
viejos socios, quitó subsidios a las empresas (programas petróleo,
refino y gas plus), denunció sobreprecios en el gasoil, cuestionó
prácticas monopólicas (vender más caro a los transportistas que en los
surtidores) y obligó a liquidar las divisas de exportación. Además, votó
en el directorio de YPF contra el reparto de dividendos, amenazó con
introducir fuertes regulaciones y desplegó una retórica muy beligerante
(“no podemos volver a la época del Virreinato”)”. (2)
El desencadenante de la crisis y el juego del gallina
En diciembre de 2010, la compañía Ryder
Scott certificó la existencia de reservas de gas y petróleo no
convencionales equivalentes a 22.807 millones de barriles en la zona de
Vaca Muerta, entre las provincias de Neuquén y Mendoza. Su explotación
convertiría a la Argentina en autosuficiente y triplicaría las reservas
conocidas del país. YPF, que produce el 39% del petróleo y el 28% del
gas argentinos, ve con esta certificación de su concesión de Vaca Muerta
aumentar su valor bursátil y su importancia estratégica.
Al mismo tiempo, huelga decirlo, pone
directamente en cuestión las fórmulas y expectativas que estaban detrás
de la “argentinizacion de YPF” en un mercado global de fuerte
competencia por las reservas de hidrocarburos, exacerbada por la
irrupción de las compañías petroleras chinas. La puesta en explotación
de Vacas Muertas exige una inversión en los próximos años de 25.000
millones de dólares, mientras que el plan inversor comprometido por
Brufau en carta a la Presidenta Cristina Fernandez es de 3.416 millones
de dólares en 2012, después de 3.029 millones en 2011. La reinversión de
beneficios de YPF esta limitada por el acuerdo con el Grupo Petersen,
que establece que se repartirá en un 90% para asegurar el pago de los
créditos otorgados por Repsol para la compra de su paquete de acciones
de YPF. Las cifras, simplemente, no cuadran, si la prioridad del
gobierno argentino es el aumento de la producción y la autosuficiencia
energética, independientemente de las comisiones implícitas en el
proceso de nacionalización para controlar el 51% de las acciones de YPF
(3).
Es evidente que a partir de enero de
2012 las autoridades argentinas han puesto en marcha su estrategia. La
propiedad de las reservas es legalmente de los gobiernos provinciales,
seis de los cuales han comenzado a retirar las licencias de explotación
en zonas bajo su jurisdicción, acompañando este acto administrativo con
las oportunas movilizaciones populares. El efecto inmediato ha sido una
caída del valor bursátil de las acciones de YPF en más de un 30%, y
sigue cayendo… Según el borrador del proyecto de nacionalización
filtrado por el periódico Clarín, el gobierno argentino se
haría con el 50,01% de las acciones de YPF con la compra del 25,46% de
la familia Eskenazi y el 24,55% de Repsol, de un paquete mayoritario
actual del 57,43% de la empresa española. A pesar de que cualquier
adquisición por encima del 15% obliga a una OPA global sobre el conjunto
de YPF, la estrategia del gobierno argentino es dejar de lado el 17% en
manos de inversores institucionales, en una buena parte de EE UU, que
sin duda encontrarían compradores interesados en el mercado, tal vez
chinos.
Las idas y venidas de los negociadores
españoles durante estas semanas, incluyendo los infructuosos viajes a
Buenos Aires del ministro de industria Soria y del presidente de Repsol,
Brufau –recibidos por los ministros argentinos de economía, Hérnan
Lorenzino, y de planificación, Julio de Vido, pero no por la Presidenta
Cristina Fernandez—, operan en un cronograma que se asemeja a lo que en
teoría matemática de juegos se llama el “juego del gallina”: un juego en
el que ambos jugadores pueden destruirse, y gana, si alguno finalmente
lo hace, el más temerario y con menor aversión al riesgo. En efecto: en
90 días, los gobiernos provinciales argentinos deberán asumir los
sueldos de las plantillas y las perdidas de las regalías de YPF en sus
magros presupuestos; mientras, el precio de las acciones de Repsol -no
ya las de YPF- han cedido un 26% de su valor (de 23,73% a 17,47% euros)
ante la perspectiva de la nacionalización de YPF, frente a una caída
media de la bolsa de Madrid del 15%.
La convocatoria, la semana pasada, de
una reunión de la Presidenta Cristina Fernández con los presidentes de
los gobiernos provinciales petroleros despertó todas las alarmas en el
Reino de España, mientras circulaban por los bufetes de abogados
especializados hasta cuatro borradores distintos del proyecto de
nacionalización de YPF. Desde Varsovia, adonde acompañaba a Mariano
Rajoy, el ministro de industria Soria, hizo una advertencia, más sombría
aún que puerilmente solemne, “ante los gestos de hostilidad”,
amenazando al gobierno argentino con “serias consecuencias”. El
secretario de Estado para Europa, Méndez de Vigo, auguró que Argentina
se convertiría en un “apestado internacional”. Al día siguiente, tras
recibir al embajador argentino en Madrid, el ministro de exteriores
García Margallo elevó ante las cámaras el tono de la amenaza, dedo en
ristre, tronando todo tipo de represalias (4).
El juego del gallina continúa: la diplomacia de la “marca España”, en acción
La crisis de YPF-Repsol pilla a la
diplomacia española con el pie cambiado y sumida en sus contradicciones,
tras la formación del conservador gobierno Rajoy en diciembre de 2011.
Las empresas españolas son el primer
inversor extranjero en la República Argentina (23.000 millones de
dólares) y suponen cerca de un 15% del PIB argentino. Al mismo tiempo,
empero –y con mayor motivo, en la situación de crisis en España—, una
parte importante de sus beneficios, del valor de sus acciones en bolsa y
su misma naturaleza de empresas transnacionales depende de sus
inversiones en América Latina, que a comienzos de este siglo superaban
ya los 90.000 millones de dólares.
Actualmente, las suyas suponen dos
tercios de toda la inversión directa española en el exterior (5).
La reacción del gobierno Rajoy –en mitad
de una semana entre negra y esperpéntica, en la que el diferencial de
la deuda española superaba los 410 puntos y la bolsa se hundía por
debajo de los 7.300 puntos, con los “mercados” rechazando los
presupuestos y recortes del plan de ajuste, una delegación de la
Comisión europea inspeccionando sus cuentas en Madrid y el Rey de España
borboneando furtivamente en Bostuana— ha seguido en el tono de “enviar
una señal de confianza a los mercados”. Probablemente, con el mismo
éxito para la “marca España” que el cosechado en lo tocante a la
economía nacional.
La “señal” lanzada con la imperita
cadena de destempladas amenazas de bajísima credibilidad, buscando más o
menos erráticamente la alianza con México (que participa a través de
Pemex como socio minoritario en Repsol) como presidente de turno del
G-20, con la Comisión europea, con Colombia (como anfitriona estos días
de la Cumbre de las Américas de Cartagena), o con los EE UU, muestra
hasta qué punto la diplomacia española, tras el giro expresamente
neoconservador de su política exterior, ha quedado aislada en América
Latina. Una América Latina que se recupera de las “décadas perdidas”
neoliberales, en las que las empresas transnacionales españolas hicieron
su agosto en procesos de privatización más que dudosos, por decir lo
menos. En ese proceso privatizador terminaron precisamente por
constituirse como empresas transnacionales, y hoy tienen que competir no
sólo con otras transnacionales de EE UU y Europa, sino de Brasil y
China. Y tienen, además, que lidiar con los legítimos procesos de
renacionalización y recuperación de soberanía iniciados por los
gobiernos de los países del ALBA y, ahora, por el kichnerismo argentino.
Y lo cierto es que, en esta situación de creciente competencia en un
mercado globalizado, las empresas españolas, ni por su capacidad
económica ni por el apoyo político con que cuentan, se hallan en las
mejores condiciones competitivas.
Pero todo es susceptible de empeorar, y
los elementales errores de estrategia diplomática son desde luego un
factor de empeoramiento. El conflicto por el 24,55% de las acciones en
juego de Repsol en YPF puede acabar afectando no solo al conjunto de la
inversión española en Argentina, sino también en toda America Latina. El
síndrome de la “seguridad jurídica” de la derecha española surge
directamente de su experiencia traumática de la crisis argentina de
2001, cuando frente a la intervención de la banca española en Argentina,
Aznar solo pudo recurrir a la presión de EE UU, ante la incapacidad de
reacción de la UE: eso, y no otra cosa, es lo que propició el giro
“atlantista” que desembocó en la foto de las Azores, la participación en
la Guerra de Irak y la manifiesta displicencia hacia el núcleo de la
“vieja Europa”. Pues bien; esa interpretación aznariana de la defensa de
los intereses de la “marca España” y de las empresas trasnacionales
españolas en America Latina constituye ahora el núcleo de la nueva
política exterior conservadora española, siempre bajo presión del propio
Aznar y de su ideológicamente venenosa fundación FAES. De lo que se
trataría, en substancia, es de una confrontación ideológica “sin
complejos” con el “populismo”, y a favor de la “libertad de mercado” y
de la “democracia liberal” (6).
Más consciente de la tensión estructural
subyacente en las inversiones españolas en América Latina, la
diplomacia del anterior gobierno del PSOE buscó una estrategia de
“acompañamiento” y adaptación a la nueva situación política surgida en
la última década, multiplicando alianzas asimétricas con los países de
la zona, apalancando políticamente las inversiones en una estrategia
multilateral iberoamericana y gestionando los conflictos inevitables con
una mayor presión hacia las empresas españolas para que cumpliesen con
su “responsabilidad social corporativa”, reinvirtiendo en la zona. Una
estrategia que, al menos, y justo es decirlo, evitó en su día choques
abiertos de Repsol con Ecuador, Bolivia y Venezuela.
Lo que, por el momento, parece primar
ahora es la botaratada, y una escalada de amenazas que no puede sino
alimentar la consabida espiral de endurecimiento de posiciones, en la
República Argentina no menos que en el Reino de España. Ni que decir
tiene que, en un marco de creciente debilidad del peso político español
en la UE, la contaminación por “inseguridad jurídica” de las inversiones
españolas en América Latina a causa de una mala gestión diplomática de
la crisis de YPF-Repsol agravaría la crisis de confianza de la UE en el
gobierno Rajoy, para no hablar de los dichosos “mercados”.
NOTAS:
(1) Lo Vuolo, R. (2003): Estrategia económica para la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI-Ciepp.
(2) Claudio Katz, Eduardo Lucita, Jorge Marchini et al.(marzo 2012): Afloran los límites del modelo, Buenos Aires. Economistas de Izquierda (EDI) (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=147522).
(3)
Por supuesto, no faltan teorías conspirativas de todo tipo en la prensa
española para explicar la posición argentina. Valga señalar una, que
recoge el nuevo espíritu de “lucha de clases” de la derecha española,
aparecida en el periódico digital El Confidencial: (http://www.elconfidencial.com/opinion/mientras-tanto/2012/04/15/la-pasionaria-argentina-y-su-cachorro-marxista-9047/).
(5)
Ver Alfredo Arahuetes, “Las inversiones directas españolas en America
Latina en el periodo 2001-2010″, Anuario Iberoamericano 2011, (http://www.anuarioiberoamericano.es/pdf/2011/analisis/6_alfredo_arahuetes.pdf).
(6) FAES, America Latina: una agenda de Libertad 2012, (http://www.fundacionfaes.org/record_file/filename/3304/AMERICA_LATINA_WEB.pdf)
presentada recientemente, con un publico de opositores cubanos y
venezolanos, en el mismo escenario en el que se quiere celebrar en
octubre de este año la Cumbre Iberoamericana, dedicada a las Cortes de
Cadiz de 1812.
María Julia Bertomeu (Buenos Aires), Carlos Abel Suárez (Buenos Aires) y Gustavo Búster (Madrid) son miembros del Comité de Redacción de SinPermiso. Antoni Domènech (Barcelona) es el editor general.
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