miércoles, 27 de febrero de 2013

El origen de la sharia iraní y otras cuestiones


Lea la nota y compare los dichos de REPSOL sobre la Argentina y lo que se comenta sobre Chavéz, a ver si encuentra alguna diferencia con lo que decían sobre Mossadegh "los dueños británicos de la Anglo-Persian".

Parece que, 60 años después, todo sigue girando sobre la misma gilada: el oro negro.

FUENTES:
El libro negro del petróleo (Seifert - Werner).


Tras  la segunda guerra mundial la influencia de Gran Bretaña en la región (El Golfo Pérsico) comenzó a desvanecerse. La guerra había dejado al país prácticamente en quiebra; el Empire estaba en descomposición. Pero mientras los yacimientos de petróleo persas de la Anglo- Persian (en los que el estado participaba directamente) siguieran produciendo, el chancellor of the exchequer (el ministro de hacienda) podía estar tranquilo: la empresa petrolera era un monopolio enormemente lucrativo; anualmente se recaudaban cientos de millones de libras. Irán no recibía más que una mínima fracción de esta suma. Tan es así que por ejemplo los ingresos de la empresa británica de tan solo un año (1950) superaron la participación total que había obtenido Irán desde 1901, cuando comenzó a explotarse el petróleo en el país. 

Mohammed Mossadeg, el flamante primer ministro, quería que esto cambiara. Aún en la actualidad, si se le pregunta a la gente de Teherán y de otros lugares del país por Mossadegh, sus ojos brillan.

Para muchos, Mossadegh sigue siendo el hombre que hizo que Irán recobrara su honor al estatizar la Anglo-Persian a comienzos de 1951. Naturalmente los británicos se negaron a reconocer dicha estatización. Dada la tozudez de los conservadores de la isla europea que habían llegado tiempo antes al poder, no se había podido llegar a un acuerdo. "Nunca antes tan pocos perdieron tanto de manera tan tonta y rápida", con estas palabras el secretario de estado Norteamericano, Dean Acheson, recordaba el desastre diplomático de Inglaterra.

Londres estaba furioso: la Marina Real envió barcos de guerra al Golfo; se impuso un embargo al petróleo iraní. El estado Mayor recibió órdenes de planear una acción militar en contra de la refinería de Abadan y de preparar la conquista de los yacimientos de las montañas Zagros y de la costa. El presidente estadounidense Harry Truman expresó el rechazo a estos planes y los británicos se distanciaron de la idea de una invasión. Entonces quedaban solo dos opciones: dejar a Mossadegh en el poder o atreverse a un intento de golpe. El primer ministro Churchill, un orgulloso producto de la tradición imperial-colonialista británica, no tuvo ni el menor escrúpulo de decidirse a favor de un golpe. La postura de Gran Bretaña era tan agresiva que los planes del golpe llegaron a oídos de Mossadegh, quien ordenó que se cerrara la embajada del reino y expulsó del país a todos los diplomáticos británicos. En Irán no quedó nadie que pudiera preparar el golpe y Gran Bretaa se vio obligada a recurrir a Estados Unidos. Pero Truman no era partidario del imperialismo de la vieja escuela y rechazó el pedido.

Paralelamente, en Arabia Saudita las empresas petroleras estadounidenses se dividían los ingresos 50 y 50 con la casa de los Sauds. Estados Unidos consideraba que fortalecer a Irán a nivel social y económico era el mejor camino para que el país no cayera bajo la influencia de Moscú.. ¿Y qué hubiera sido más adecuado que hacer participar a irán de las ganancias que generaba el petróleo?

Además la CIA nunca había derrocado un gobierno y Truman no quería ser el presidente que sentara precedente con un plan tan reprochable. Pero cuando en noviembre de 1952 fue electo Dwight D. Eisenhower, Washington había cambiado de parecer. Gran Bretaña señalaba a Mossadegh como comunista y alegaba que representaba un peligro para la región. El servicio secreto estadounidense envió a Teherán a Kermit Roosevelt, nieto del antiguo presidente Theodore Roosevelt, para que preparara la operación Áyax, que preveía derrocar a Mossadegh e instalar al sha Reza Pahlevi como nuevo gran hombre de Irán. Primero el plan fracasó y el sha debió abandonar el país en poco tiempo. Pero el 22 de agosto de 1953, cuando regresó a Teherán tras unos pocos días de exilio en Irak, tenía suficientes razones para darles las gracias al agente de Estados Unidos.


Para Gran Bretaña el golpe fue una victoria pírrica, ya que, incluso tras el cambio de gobierno, para los iraníes continuaba siendo inaceptable que la producción de petróleo de AIOC (anglo-Iranian Oil Company) fuera retomada bajo la dirección británica. Entonces se fundó un consorcio internacional en el que la AIOC británica tenía una participación de tan solo el 40%. Otro 40% estaba en manos de las cinco grandes empresas petroleras estadounidenses. El último quinto estaba repartido entre la Royal DUth Shell y la Compagnie Francaise de Pétrole. Y a partir de entonces, el gobierno iraní obtendría la mitad del rendimiento. Estados Unidos pasó a asumir el papel preponderante en Irán, dejando atrás a Gran Bretaña, y apostaron al sha, que se convirtió en un dictador repudiado por el pueblo: sus derroches eran legendarios; el país se sumía en la corrupción y el tan temido servicio secreto arrestaba y torturaba a gente que hacía una afirmación poco meditada en la parada del autobús.

Stephen Kinzer, peridista de The New York Times, afirmó en su libro All the Shah's Men que Estados Unidos, a través del derrocamiento de Mossadegh, puso en marcha aquel círculo vicioso del terrorismo que llegó a su punto culminante el 11 de septiembre de 2001: "No es tan descabellado establecer un nexo entre la operación Áyax, el régimen represor del sha, la revolución islámica y las bolas de fuego que destruyeron el World Trade Center de Nueva York."

Kinzer tiene razón: si se hubiera permitido que la historia de Irán tomara su propio camino, este estado de Medio Oriente hubiera tenido la oportunidad de desarrollarse como democracia. Estados Unidos, que era un paísque contaba con una imagen positiva en la población iraní, pasó a ser odiado por su intervención. Pero había alcanzado lo que quería; antes de que Mossadegh fuera derrocado no había ninguna presencia de empresas petroleras estadounidenses en el país. Tras la caída del mandatario, cinco firmas del país norteamericano comenzaron a explotar petróleo y continuaron produciendo durante los siguientes 25 años.

2 comentarios:

  1. El oro negro desencadeno la inquisicion con los ayatolas como los nuevos torquemadas , pobres los iranies que los quieren condenar a vivir en la edad media en pleno siglo XXI

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    1. La politica guarda alguna relación con la física: a toda acción le corresponde una reacción. ¿Qué hubiese sido de Irán? Ya no podremos saberlo.

      Saludos,
      Yo.

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