martes, 13 de diciembre de 2011

Al que le quepa el traje...

[NOTA EXTRAÍDA DE FIERRO nro 59 - SEPTIEMBRE 2011 - Ojo al Cuadrito, por Laura Vázquez]

Si El Eternauta hubiese sido escrito en EE.UU seguramente Juan Salvo sería un tipo que trabajaba en la NASA (...) y seguramente tiene un traje de la NASA para poder salir. Juan Salvo, no. Se lo hace con overol, una máscara de pescar, se pone unos guantes de añbañil, una cinta para que no le entre y sale a la calle. Y eso es lo que todos haríamos.
(Carlos Meglia, en Imaginadores, 2008).


No lo sabíamos entonces. Pero ahora sí: se fue Solano. El último Ojo de invierno concluía con una pregunta que difícilmente podamos contestar: "Si El Eternauta devino en afiche de La Cámpora ¿dónde rastrear a los héroes del bicentenario?". Y ese viernes (que fue noche todo el día) no necesitó de una nevada mortal. Algunas de las notas que informaron su partida jugaron con esa referencia: el granizo, la lluvia, el hecho premonitorio. La metáfora simplona y la cita barata son herramientas básicas del periodismo bien pensante. Baste recordar el análisis que en la revista Veintitrés Ernesto Tenembaum le dedica a esta historieta. Bajo el título Héroes (16-09-2010) y acompañada por un portentoso Christopher Reeve en el papel de Superman, el periodista intenta explicar el sentido del afiche de la JP: "un Néstor Kirchner disfrazado de buzo". Pero no importa que Tenembaum confunda el momento de publicación de la serie con los setenta o que afirme que el personaje "no es tan popular" como Mafalda, La Pequeña Lulú y Anteojito. Lo significativo es que se puede habla de El Eternauta, aún sin haberlo leído. Ese es el destino de las grandes obras: se tornan documentos de barbarie. Todos reconocen en la imagen de Juan Salvo una historieta de Oesterheld y Solano de la misma forma en que se sabe que La Maga es un personaje de Rayuela o que a Borges lo obsesionaban los laberintos. Por supuesto, ello es extensivo a todo un campo cultural que hace de las formas y los íconos, sus caballos de batalla. Que la revista Gente utilice la imagen del Che como fenómeno fashion y que la foto tomada por Korda se estampe en prendas de marca confeccionadas con mano de obra esclava, no es un dato nuevo.

Tampoco que el revolucionario sea retomado como símbolo de "el aguante": hinchas y rockeros se reapropian de su figura carismática y desplazan el sentido: "El Che es un sentimiento", terminaría diciendo Maradona y exhibe el tatuaje de su ídolo en el brazo, junto al nombre de sus hijas. Con El Eternauta pasa lo mismo. No habían apsado 48 horas desde la muerte de su dibujante y ya ondeaba en pancartas y afiches de La Cámpora celebrando el triunfo oficialista. La pasión tiene esos límites también. Eso no significa que el "uso emocional" de una imagen connote una carga negativa: en "el agite" se cubren todos los vacíos de creencia y se busca centrifugar la desigualdad. Y por supuesto, nada es más difícil que eso: los mitos unificadores yerran siempre. Lo que me interesa plantear, entonces, no es tanto qué sentido le imprime el peronismo al personaje de Solano y Oesterheld sino más bien cómo y por qué llegó esa historieta a ser un relato inclusivo, portador de identidades y operador de ideología. Escrita por alguien para quien la utopía era más importante que la realidad, el bastión de los jóvenes K erige sus propios argumentos. En la versión original, Juan Salvo no representa al héroe sino al sobreviviente que olvida. No hay mensaje cifrado: el mundo será derrotado por los Ellos si actuamos como El Eternauta.

Entonces, podemos criticar el uso del personaje por una agrupación militante. Sobre todo, porque Juan no encarnaba a un líder político y mucho menos a su investidura presidencial. No obstante, me permito el dilema. Si en lugar de El Eternauta la JP hubiese tomado a Clemente ¿estaríamos cuestionando la legimitidad de su función? Lejos de un significado clasista y purista las representaciones populares y masivas están para eso: el sentido siempre es incompleto y da lugar a múltiples miradas. Entonces, por qué Juan Salvo devino en símbolo de militancia es una pregunta errónea. La pregunta correcta es: ¿de qué depende el éxito de ciertas imágenes por sobre otras?

A esta altura parece ingenuo querer evitar la dispersión del sentido. Sin asumir del todo una posicion posmoderna, hace rato ya que desconfío de los grandes relatos. Por otro lado, ¿qué Ellos enfrentaría la dirigencia política en la actualidad? La emergencia del Otro tras la Libertadora, tenía un sentido más amplio para la producción intelectual argentina. Y está claro que la alianza de clases (tan cara al proyecto desarrollista) y el mito del héroe colectivo también. Entonces, alguna vez El Eternauta fue el nombre de una historieta de la que quedarán sus marcas. Las frases más simples de recordar: "El único héroe válido es el héroe en grupo" (casi siempre adjudicada a la serie cuando fue el prólogo de su autor a la edición 1974); "¿será posible?" o la canción incomprensible del mano y alguna viñetas memorables: el combate en River, la caminata de Salvo, los rostros en la ventana, la partida de naipes, los cascarudos en el subte. Ese es el destino de los clásicos. Con los años, el análisis academico y los ensayos sociológicos se irán acrecentando. Hay mucho escrito sobre El Eternauta pero de ello no se nutren (únicamente) los imaginarios populares y las mitologías. Como ninguna, esta historieta forma parte de esa identidad difusa y compleja de que "estamos hechos" los argentinos. Para bien o para mal, Juan Salvo en traje de buzo devino en estampa patriótica y mediática. Después de todo, no hay nada más internacional o global que el nacionalismo y el mercado.

Los relatos heroicos y modélicos han cambiado. La presentación hiperbólica del Néstornauta produce un desplazamiento metafórico: un relato épico e inconciliable y un potente efecto de discurso. Cabe esperar que las próximas generaciones no lean la historieta (salvo que avance el proyecto de su lectura obligatoria en los colegios) o sólo sepan de su historia por interpósita persona. Aún así, como pasa con los clásicos (a diferencia de los best-sellers): lo imprescindible se queda para siempre. El resto, son todas interpretaciones. En la próxima entrega abordaré la obra de Solano López. Decir que no es el dibujante de El Eternauta es una falacia, pero afirmar que eso es lo que fue, también. De su arte y su legado, hablaremos en breve. hasta entonces y, por las dudas, cierren bien las ventanas.

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