lunes, 19 de diciembre de 2011

Recuerdos del horror (19 y 20 de diciembre de 2001)

Me acuerdo que estábamos mirando la televisión y Cavallo anunció aquello del corralito. Fui el tiro de gracia a la ya mermada economía de mis viejos y el principio de una escalada de hechos que los llevó, ahora, a vivir en España junto a una de mis hermanas.

Me acuerdo que salimos a la calle reventando cacerolas y cantando el himno nacional. Nos encontramos con muchos vecinos y, medio sin saber cómo, nos fuimos yendo para Plaza de Mayo, con una marea de gente de todas las clases sociales.

Estuvimos un rato largo en la plaza, hasta que nos cansamos. Quizá habría que hacer un paréntesis al respecto, para apuntar algún análisis sesudo (o no tanto) sobre lo que sucedió aquel día, pero yo, en realidad, sólo quiero contar lo que recuerdo. Digo, como ciudadano pequeño burgués, tengo muy presentes algunas sensaciones de aquellos días.

Volvimos a casa, prendimos la tele y ahí estaban las imágenes de la primera represión. No lo podíamos creer, y menos de un tipo como De La Rúa que, al menos para mí, era cualquier cosa excepto un estadista de férreas convicciones.

Seguimos mirando la tele hasta tarde. Y me fui a dormir preocupado, porque al otro día tenía que ir al centro. Yo trabajaba en una empresa de seguros, en Adolfo Alsina al 700 casi esquina Piedras.

En el bondi de la mañana se notaba un clima raro. No puedo explicarlo bien ahora, pero aquellos que vivimos la previa al estallido lo sentimos. Era una amenaza que se podía olfatear, una mueca en las caras de la gente. No sé.

Llegué a la oficina y todos estaban hablando de la noche anterior. Como pasa en todas las oficinas de clase media-alta, for the record, nadie había salido con las cacerolas (reconocerlo era ser grasa, haber particido de un reclamo de los negros o de los rojos). Poco a poco, algunos empezaron a decir, incluido yo, que la cosa no daba para más y que estaba bien salir a manifestar. En algún momento nos llamaron al orden, diciendo que había que trabajar. Recuerdo que entre las palabras usadas estaban las de producir/facturar.

Al mediodía me di una vuelta por la plaza, con un par de compañeros (del trabajo, que sino suena peronista). Había una calma extraña. Vimos grupos de oficinistas manifestando, cantando al lado de la valla. Nos comimos un chori en la esquina de Irigoyen y volvimos a la oficina.

A la vuelta vimos algo que nos preocupó: un éxodo veloz de todos los trabajadores de la city. Salían de los edificios como disparados. En ése momento lo ignoraba pero ya se veían imágenes de las columnas que avanzaban hacia Plaza de Mayo.

Cuando llegamos al trabajo, algunos decían que teníamos que irnos, pero los directores de la empresa dijeron que no, que el lugar más seguro era dentro de la empresa y que, mientras tanto, podíamos seguir trabajando. No estoy jodiendo, porque el discurso fue: lo mejor que podemos hacer es seguir cumpliendo nuestro trabajo para ayudar a salir de la crisis. Ridículo, pero bien típico del explotador argentino. Teníamos prendidos un par de televisores y nos obligaron a apagarlos.

A las 13:30 hs el edificio se vacío, excepto los pisos de RSA donde trabajábamos nosotros (les cabe que los nombre, por hijos de puta).

Yo tenía el escritorio al lado de una ventana, y escuchaba los gritos y los tiros. En algún momento empezamos a sentir el gas, te hacía arder la garganta y te picaba en los ojos. Cuando la cosa no dio para más, porque todos estábamos preocupadísimos, el gracioso del director volvió a dar el discurso de que el mejor lugar era seguir en nuestros puestos emitiendo pólizas. Me sentí tan pelotudo como el pequeño vigía lombardo. Aunque el director insisitó en su discurso, muchos decidimos irnos y no pudo retenernos más.

Afuera había una batalla. Después supe que en la esquina, apenas a 100 metros de donde yo trabajaba, sobre Avenida de Mayo, habían muertos dos chicos. Las placas pueden verse hoy día.

Tengo muy presentes algunas imágenes: las montañas incendiadas de basura, las barricadas de maderas y tachos, los cantos, los gritos, el olor del gas, los tiros. Me acuerdo que pasamos al lado de un montón de manifestantes (de negros, si se quiere ser tan pelotudo como yo entonces) y no nos dijeron ni hicieron nada. Después nos tocó cruzar un cordón policial (a la altura de Belgrano y Piedras) y nos re cagaron a puteadas. Yo no lo sabía entonces, posta tenía mucho miedo, pero todos estábamos nadando en la misma mierda.

La única diferencia era que yo no estaba desempleado.

Tuve suerte: vivía en La Boca, y el trayecto hasta mi casa resultó tranquilo una vez que crucé Belgrano. En San telmo no pasaba nada. Otros compañeros vivieron de verdad la batalla, atrapados adentro de un bondi en plena 9 de Julio, mientras los tiros rebotaban contra el chasis.

Hoy pareciese que uno recuerda algo sucedido en centroamérica hace mucho tiempo, con esa arrogancia típica del porteñito sobrador. Pero pasó de verdad en el centro político y financiero de la Argentina, aunque muchos quieran hacerse los boludos.

Me acuerdo que llegué a mi casa y mi vieja me abrazó muy fuerte. Nunca me había abrazado así. Había visto las imágenes de la represión y yo no había podido llamar desde la oficina. La recuerdo aterrada.

Nos sentamos frente a la televisión, preocupados porque mi viejo seguía en la calle. Lo que se veía parecía increíble para aquella supuesta Argentina civilizada y democrática. Al rato llegó y mi mamá lo abrazó y se pusó a llorar, aliviada. Yo también. Para nosotros el kilombo había terminado. Para otros, el infierno recién empezaba.

Fuentes:
Yo

2 comentarios:

  1. Yo todavia tengo una bala de goma que junte en la plaza aquellos dias , yo solo senti miedo despues de que lo dejaron solo a Rodriguez Saa y en lugar de 3 meses se quedo una semana , el dia del sillon incendiado en el congreso recien empece a pensar en el futuro y ahi es cuando aparece Duhalde como fgarante de que de la restauracion ? Igualmente yo estaba de acuierdo con lo que hizo Duhalde derohgar el 1 a 1 y pesificar y tambien me parecio adecuado declarar el default para liberar guita para el pais y dejar depagar afuera , muy buena decision de Rodriguez Saa , mas alla de que fuera lo logico habia que tener los huevos para hacerlo

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  2. Yo sentí miedo, y mucho, cuando quedamos en el medi ode la batalla. Ni siquiera supe qué estaba pasando...
    Me quería ir rajando.
    Cordialmente,
    Yo.

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