[NOTA ORIGINAL EN LA HISTORIA DEL DÍA]
María José Rodríguez Rejas
Rebelión.org
“… El ciudadano interioriza la amenaza, la existencia de un enemigo, la violencia, la simbología de guerra, la presencia militar en las calles, etcétera. Incluso el lenguaje es invadido por los códigos de guerra y con todos estos elementos se van conformando una cultura del miedo que será funcionalmente contradictoria…”
1. La refundación cultural conservadora. Más allá del ámbito militar…
Durante los últimos años, el debate
sobre las concepciones de seguridad y defensa de Estados Unidos estuvo
marcado por el 11-S y la escalada intervencionista que sobrevino. Sin
duda, hemos asistido a una ntensificación de la acciones de guerra y de
sus usos tecnológicos. Pero, sin duda también, esta apreciación encubre
realidades mucho más profundas y sugerentes desde el plano de la
cultura para re-pensar la dinámica de la dominación conservadora en
aquellos países de América Latina que están bajo la influencia más
próxima –y también más férrea- de Estados Unidos (EU).
Consideramos que la refundación cultural
conservadora de nuestros días tiene un componente militar que descansa
en el miedo y permea la cultura hasta instalarse en nuestra vida
cotidiana. La guerra será sobre todo ideológico-cultural; su dimensión
militar se presenta como la más evidente aunque no es la más profunda.
En este trabajo queremos abordar dos elementos que consideramos clave
para entender este proceso. En primer lugar, el continuismo en las
estrategias de contrainsurgencia que caracterizan la política de
seguridad de EU en el exterior –aunque también al interior del propio
país- y, en particular, la política de Seguridad Hemisférica hacia
América Latina. En segundo lugar, el miedo impulsado desde las
concepciones de guerra, que se difunden entre la población, convertida
en objeto de control social y del que México es una clara muestra en la
actualidad.
Las concepciones y estrategias
militares, la presencia militar en los noticieros y en las calles, y la
propia simbología militar se traducen en referentes que impregnan la
cultura, y éste es uno los elementos más efectivos de la dominación.
Somos resocializados en una cultura del miedo y la guerra que se
sostiene en la institucionalidad y legalidad modificada ad hoc. Así,
vamos perdiendo nuestros parámetros de ubicación previos y tenemos que
enfrentarnos a la desorientación en una sociedad violenta, y violentada.
El fenómeno ya se ha presentado en
distintos momentos en América Latina, vinculado a las dictaduras
militares. Lo que resulta sorprendente es que, actualmente, esta
refundación cultural viene revestida de gobiernos democráticoelectorales
que legalizan e institucionalizan la militarización; lo que antes nunca
se logró. También sorprende nuestra fractura de la memoria que nos
impide reconocer el carácter contrainsurgente de esta experiencia, ahora
en escala masiva. Nos hemos acostumbrado a vivir en medio de guerras,
de una militarización creciente, con muertos, desaparecidos y
torturados, con desplazamiento de poblaciones, destrucción de
territorios y recursos, con mercenarios de la guerra… Lejos del
imaginario de paz y democracia con que se asoció el siglo XXI, estamos
asistiendo a la internacionalización del miedo, de la impunidad y de la
tortura. Irak o Afganistán son un ejemplo de territorios desangrados y
rotos, así como México o Colombia lo son en América Latina.
Este trabajo está centrado en las
trayectorias de la dominación. El complemento necesario pasaría por un
análisis de las respuestas alternativas –que, sin duda, son muchas y
creativas- así como por la recomposición de la geopolítica
latinoamericana del sur. Las limitaciones de espacio y tiempo, posponen
esa tarea para otro momento. También aspiramos al intercambio de ideas
por encima de las certezas; no pretendemos convencer al lector sino
motivarlo a que intercambiemos reflexiones, tan necesarias para entender
nuestro tiempo y para tejer una cultura de liberación y vida frente al
miedo y la muerte que nos rodea.
Iniciaremos con algunas reflexiones
sobre el papel del miedo y la guerra como mecanismos de control social.
A continuación, haremos un recuento de los lineamientos y concepciones
de seguridad de Estados Unidos; en particular su proyección hacia
América Latina y su carácter contrainsurgente, donde el miedo es parte
de una estrategia permanente que se ha ido ajustando a las
especificidades socioculturales y temporales. Finalmente, analizaremos
la presencia de algunos de estos elementos en la cultura del miedo y la
guerra que se va construyendo en el México de hoy.
2. Mirando el presente:
la necesidad de cultivar el miedo al “otro” en una cultura de guerra No
hay guerra, ni violencia, sin un “otro” amenazante (Delumeau, 2002).
Todo escenario de desestabilización y guerra requiere tanto de una
justificación como de mecanismos de control social que la hagan
aceptable; lo que también sería cierto a la inversa, los mecanismos de
control social más efectivos se dan en escenarios de guerra –baste
recordar las experiencias del nazismo, del fascismo o de las dictaduras
militares en América Latina-.
La amenaza se transforma en una
sensación de inseguridad ante el “otro” que desata el miedo (Kessler,
2009; Nievas, 2010). El ciudadano promedio va a demandar el
restablecimiento de condiciones de seguridad aunque ello conlleve,
incluso, aceptar la violencia del Estado. Se construye así la imagen de
una violencia positiva frente a la violencia negativa del “otro”
amenazante, que pasará a la condición de enemigo. La guerra contra
Afganistán o Irak son un ejemplo.
El ciudadano interioriza la amenaza, la
existencia de un enemigo, la violencia, la simbología de guerra, la
presencia militar en las calles, etcétera. Incluso el lenguaje es
invadido por los códigos de guerra y con todos estos elementos se van
conformando una cultura del miedo que será funcionalmente
contradictoria.
Por un lado, rompe nuestros parámetros
de referencia y nos deja como barcos a la deriva, confundidos,
condenados a deambular sin proyecto. Por otro, la adaptación a este
contexto nos va haciendo cada vez más conservadores. La crítica y la
reflexión ética quedan relegadas a un segundo plano ante la percepción
de la gravedad de la amenaza. El mundo de vida queda subsumido en una
dualidad simplificadora: amigos y enemigos, buenos y malos, “nosotros” y
los “otros”. La propaganda gubernamental se encargará de difundir en
los medios de comunicación, las imágenes, los rostros y la narrativa
desde la que esa realidad será nombrada. Las manifestaciones cotidianas
del cambio cultural irán desde sobre-reacciones violentas en conflictos
sociales menores (en el tráfico, con los vecinos, etcétera), que serán
proporcionales al nivel de temor, hasta la aceptación de portar armas o
las acciones de autodefensa. Estas formas de hacer en el mundo y de
relacionarnos, transforman la cultura a la par que ésta contendrá los
códigos para reproducir la violencia y destruir el tejido social, en los
que vamos siendo re-socializados. El miedo se convertirá en la fuente
de alimentación de esta espiral (…)
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