[NOTA ORIGINAL EN BIBLIOTECA IGNORIA]
Monitor, en su infinita sabiduría, tomó una decisión con respecto a un
hombre. Dio la orden de torturarlo con el procedimiento más costoso que
haya existido.
Para construir la máquina de suplicios debieron extraerse nada menos que
cincuenta mil millones de metros cúbicos de tierra, arena y rocas; a
sea: un poco más de cincuenta kilómetros cúbicos. Vigas de acero,
planchas capaces de resistir altas presiones, cables, cemento, etc.,
integraban el cuerpo del cavernoso engendro.
Sólo el poderío tecnócrata podía lograrlo; sobre toda teniendo en cuenta
el tiempo demorado en los trabajos de construcción, que no alcanzó a
dos años.
El aparato consistía, entre otras cosas, en un pozo de dos mil metros de
profundidad; en su fonda se abría un largo túnel de cinco mil
kilómetros de largo, cuya característica radicaba en irse curvando
imperceptiblemente hacia la izquierda. Así, al cabo de su recorrido,
llegaba al principia trazando una circunferencia perfecta. Era como
una serpiente mordiendo su cola.
Las paredes, tanto del pozo como del túnel, fueron al comienzo mucho más
grandes, ya que resultó necesario reservar espacio para poner el
cemento armado, las vigas y las planchas, encargadas de soportar las
inmensas presiones.
Para comprender la dimensión gigantesca de la galería, no hay mejor cosa que pensar en lo amortiguado de su curvatura.
Se descendía por el largo pozo al túnel, con un ascensor provisto de
baterías solares. Cualquiera que marchase por el largo pasillo de cinco
mil kilómetros, haría que unas luces se fuesen encendiendo delante suyo y
apagando por detrás. Así, el que caminaba, se movía constantemente en
el centro de un volumen luminoso de cien metros de largo, y en continuo
desplazamiento. La construcción de las luminarias había sido planeada en
esta forma, para que el supliciado no pudiera darse cuenta de la
curvatura del túnel; esto habría sucedido, no obstante lo leve de la
deformación, si hubiese estado alumbrado en todo su extenso desarrollo.
Cada tantos metros había alimentos y recipientes con agua. Cuando el
caminante estaba cansado y con sueño, simplemente podía echarse a dormir
en el pasillo de tormentos.
El condenado, solo por completo, sentía sin embargo la presencia del
Monitor. Como lo conocía bastante, tuvo razones para sospechar que, en
cierto desconocido punto de la prolongada oquedad, lo estaría esperando
alguna trampa: un callejón sin salida destructor de toda esperanza, o
una cámara de tormentos donde aguardarían varios verdugos, o cualquier
otra cosa. Todo ello podía esperarse de la mentalidad del Monitor,
pero no creía que fuese exactamente así en este caso. "Con seguridad me
hará caminar años, para que en un momento dado termine por descubrir que
estoy otra vez en el principio y me vuelva loco". Se le había ocurrido
por primera vez que podía estar marchando sobre el perímetro de una
circunferencia. Un punto moviéndose sobre una sucesión elemental
e inflexible de puntos. Según toda evidencia, para el Monitor él debía
ser menos que una abstracción en ese momento. Esto sí coincidía con su
idea del pensamiento total del Jefe de Estado cuando le daba por ser
sutil.
"Todos los tramos de esta especie de mina de carbón son iguales; no
obstante, al comer y beber iré dejando marcas", arguyó. Se imaginaba a
sí mismo mucho después, pensando al ver restos en el suelo: "Parece que
otro ha andado por aquí algunos meses atrás", equivocándose acerca de la
verdadera manera de ser de la construcción; para, con el tiempo, llegar
a descubrir algo que sólo él podía haber dejado y comprender con horror
la naturaleza exacta de la pena. Todo esto lo supuso en una convulsión,
ya sin caminar, inmóvil por el miedo ático que cubre con membranas.
Pretendió atarse los cordones de los zapatos, para dejar con disimulo su
reloj en el piso. Si alguna vez retornaba como temía, lo habría de
encontrar. Trató de llamar la atención sobre sí para apartarla del
reloj, por si alguien lo estuviera vigilando.
Caminaba diez kilómetros por día. A veces enloquecía y marchaba a paso
de ganso en un ataque de furia, hasta quedar exhausto. Otras, echaba a
correr como si lo quisieran hervir vivo: lastimándose contra las paredes
como el sobrino del profesor Otto Lidenbrock en el Viaje al centro de la Tierra
de Verne. Tan posesionado estaba por el recuerdo de este libro que,
mientras se llenaba de chichones la cabeza, gritaba lanzando espuma por
la boca "¡Saknussemm! ¡Saknussemm!..."; cayendo por fin rendido. "Yo te
adoro Graüben, ¿por que huyes?"
A veces negábase terminantemente a continuar. Sentado en el suelo,
pletórico de electricidades mentales y haciendo masa, se proponía volver
al punto de partida luego de un descanso, o bien permanecer allí per sécula.
En estas ocasiones, a poco sentía dentro suyo la advertencia de que su
única posibilidad de salvación era seguir; si se dejaba dominar por el
nihilismo estaba perdido. Fue disciplinándose poco a poco, cosa que no
había hecho durante su vida más que en forma ocasional. Además ¿para qué
retroceder si ya se había comido y bebido todo el contenido de los
recipientes? Quizá se los volviesen a llenar en caso de que diera toda
la vuelta, pero no si ahora retrocedía. Por algo, el agua y la comida de
los envases que agrupaba cada depósito era exactamente la que necesitaba para quedar satisfecho; pero no más.
Siguió caminando. Una idea lo sostenía ahora: encontrar su reloj para
así probar que el pasillo se mordía la cola. O sea: logró dar vuelta la
tortura; lo que estaba destinado a supliciarlo se transformó por obra de
su voluntad, en su principal apoyo.
A los quinientos días de haber empezado a caminar, encontró su reloj. No
pensó: "¿Y ahora que? "; no meditó en el largo túnel, con planchas de
acero como las escamas de una serpiente que se muerde la cola.
Descubrió, eso sí, que estaba en la casa de un Dios. Se sentó en el
suelo e hizo la flor de loto frente a su joya. Alhajado platino midió
el tiempo; la última fracción del definitivo segundo era una espiral de
colores sobre discontinuos rieles blancos.
Alcanzó el estado de Samadi, o iluminación.
El Monitor, al verlo así, lo hizo sacar y le dio un alto cargo. Hasta el fin de la guerra,fue su Ministro de Propaganda.
Tecnocracia. Monitor. Triunfo.
En Matando enanos a garrotazos
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