miércoles, 16 de marzo de 2011

El fin de la historia, y otras cuestiones

El día en que murió Néstor cayó el velo del menemismo. Dicho de este modo, suena un tanto ridículo, pero así fue.

Durante muchos años estuve imbuido de ese halo masomenista que me ayudó a creer que este país no tenía solución. Por lo tanto, lo mismo daba leer sobre política que bajarse cómics. Más tarde entendí que los cómics de hoy eran de lo más político, pero bueno, ése es otro cantar.

No me involucré en política. No milité. Ni siquiera leía los diarios. Debo reconocer que sí me interesé por la historia política, de la que leí varios kilos de papel. Sobre todo relacionada con la antiguedad y con lo militar. Después ese gusto se fue decantando hacia épocas más contemporáneas y regiones no tan mesopotámicas.
Entonces ocurrió lo de Néstor, y ése mismo día le dije a mi novia que nos íbamos a la plaza.

No voy a expresarme más al respecto, porque ya lo hice acá y, sobre todo, acá. Sólo diré que eso sacudió el letargo que, como a mí, había afectado a muchos.

Los finales tienen una connotación negativa. Son la culminación de un algo, el punto más altao al que ese algo llegó. Luego viene la nada, el olvido. Pero recordar aquello me recordó dos sucesos importantes, relacionados con mi viejo (porque padre dicen mis adversarios ideológicos):

El primero fue corear Argentina, Argentina, con él, en una plaza desbordada de gente, mientras mi vieja lloraba y mis hermanas revoleaban banderitas. Todavía me acuerdo de sus ojos, enrojecidos, vidriosos. Yo creía que estaba enojado, tenía miedo de que se enojase con nosotros, no sé, esas cosas de chico. En cierto sentido, mi vieja se fumó la parte más filosa del alma revolucionaria de mi viejo. Y también fue ella quién llevó el peso de la dictadura (y de sus hijos) sobre sus hombros. Mi viejo se dedicó a soñar nuevas realidades hasta que casi lo fulminan subiendo las escaleras de nuestro edificio.

El segundo fue cuando se firmó el pacto de Olivos, lo escuché decir algo así: Listo, ahora si terminamos con este país. Si lograron cargarse a los rusos, a nosotros nos fuman en pipa, y encima se los vamos a agradecer como buenos pelotudos.

Así murió la política, en mi casa. Y se llevó al más allá el alma radical de mi viejo, un tipo que en plena dictadura había sido gremialista del Banco Galicia. Nosotros crecimos bajo el manto del no-te-metás, los políticos-son-todos-chorros, viajar-sale-dos-mangos, etc. Nunca pensamos en la realidad. Ni nos preguntamos qué carajos le estaba pasando al país cuando, por ejemplo, queríamos cambiar un peso por un dólar en París y se nos reían en la cara.

Hasta que murió Néstor.

Entonces empezamos a leer, a buscar, a comparar. Entonces elegimos algo que no consideramos terminado, ni mucho menos perfecto. Pero es muchísimo mejor que lo que proponen quienes se la pasan publicitando finales como:

El fin de la historia.
El fin de los sindicatos.
El fin de la asistencia social.
El fin del proteccionismo.
El fin del estado facilitador.
El fin del gobierno de Cristina.
El fin del kischnerismo.
El fin del modelo nacional.


Con los sueños, hasta el fin.
MJB.

3 comentarios:

  1. Me gustaron mucho tus relatos autobiográficos.
    Leí ambos y puedo decirte que no han sido pocos los amigos y conocidos que han tenido un tránsito similar.

    Yo era más chico durante la primavera alfonsinista, pero recuerdo los ojos y el orgullo de mi viejo -peronista de izquierda sin militancia- ante el viejo don Raúl.
    Luego el menemismo nos quitó a muchos la posibilidad de creer en política. Yo no dejé de interesarme pero no era fácil evitar caer en el honestismo lanatista que se centraba en la corrupción como mal mayor. Eso posibilitó luego el triunfo de otro garante del sistema como De la Rúa.

    Bueno, no la hago más larga.

    Saludos.

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  2. Muy buen post y muy buena también la reflexión de Ricardo.

    Te agrego a mi blogroll

    Un abrazo

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  3. Gracias por los comentarios. Creo que el gran problema fue que, para una parte de la sociedad, las cosas parecían demasiado sencillas. Digo, como eran planteadas desde el sistema.
    Cordialmente,
    Yo.

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