martes, 29 de marzo de 2011

La ¿libertad? en Libia


Con este artículo intentaré explicar algunas ideas que hace tiempo me rondan la cabeza, y que han tomado una forma tangible desde los últimos incidentes surgidos en Egipto, Libia y Siria. También daré cuerpo a un artículo que nunca publiqué y que se me dio por llamar El intervencionismo americano, en el que cito y describo el modus operandi de los EE.UU en sus mal llamadas misiones humanitarias.

Desde 1848, las acciones de intervención se vienen dando con (casi) idéntica estrategia:

1) Creación de milicias locales separatistas, apoyadas financiera e ideológicamente por EE.UU o por capitales altruistas.

2) Reconocimiento de dichas milicias y sus proclamas (en el caso de México 1845-48, los reclamos de La República de Texas), seguido inmediatamente de una amenaza de intervención, cuando no del envío sistemático de tropas (Cuba 1898, guerra contra España y también apropiación de Guam, Filipinas y Puerto Rico).

3) El uso masivo de los medios (Cuba 1898, Haití 1915 y 1946, República Dominicana 1916 y 1965, Panamá 1903 y 1989, etc), para manipular a la opinión pública en favor o en contra de una determinada facción. Anteriormente realizada a través de proclamas incendiarias, ahora ha sido reemplazada por imágenes. Sobre todo con las transmisiones en vivo y en directo.

4) Utilización de medios u organizaciones internacionales para la concreción de fines económicos. En concreto, y principalmente, la ONU, caída en desgracia luego de la paupérrima actuación de los cascos azules en Balcanes y Líbano. Actualmente echa mano de la OTAN, una alianza netamente defensiva que NO PUEDE realizar más que ataques punitivos, es decir, ataques que respondan a un ataque previo del objetivo. Para clarificar, en la invasión de Afganistán, se argumentó que la OTAN podía participar porque el ataques de 11-S había sido contra EE.UU, un país miembro.

Dejo el link de un excelente artículo de WIKIPEDIA, que describe los numerosos casos de intervencionismo estadounidense.


El funcionamiento sería, más o menos, el siguiente: A través de los medios, se instala en la sociedad una falsa dicotomía entre intervenir (para terminar con los crímenes de Kadafi) o no hacerlo (y permitir que se masacre a miles de inocentes).
Inicialmente, desde el discurso oficial se apuntala la legimitidad del reclamo de la facción disidente con el correspondiente apoyo ideológico y discursivo que muestra a los insurgentes como evrdaderos guerreros de la libertad (recordemos las crónicas sobre los luchadores mujaidines de Afganistán en las décadas del 1980/1990). El apoyo incluye armas y financiamiento. Si la insurgencia falla, se pasa al siguiente nivel, donde se presenta una situación irreversible que vuelve necesario un ataque sobre la tiranía/gobierno/facción que se desea derrocar. Para lograr que la sociedad apoye la postura oficial, es decir, la intervención, se desata un bombardeo de imágenes que muestran la represión de la que fueron víctimas manifestantes opositores a Kadafi. Así, se la convence, a la sociedad, de que la única opción viable, para salvar vidas, es en la intervención directa.

¿Quiénes son ese nosotros al que se dirigen esas imágenes conmocionantes? Ese nosotros incluiría no únicamente a los simpatizantes de una nación más bien pequeña o a un pueblo apàtrida que lucha por su vida, sino a quienes están sólo en apariencia preocupados -un colectivo mucho mayor- por alguna guerra execrable que ocurre en otro país. Las imágenes son un medio que dota de realidad (o de mayor realidad) a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar.(1)

Podríamos inferir que las guerras de hoy, a las que llamaremos neoguerras(2), requieren una cierta aceptación general, aunque quizá sea más correcto hablar de público, puesto que la cobertura de los conflictos actuales requiere cierto rating en sus etapas iniciales. Una vez desatadas, una vez que se agota la idea de guerra/novedad, la cobertura pasa a un segundo plano y la cantidad de medios involucrados disminuye apreciablemente.

'¿Qué es la guerra para vos? ¿Una imagen en la tele? ¿Parte de tu cultura? ¿Un negocio?'. Estas preguntas acompañan una serie de imágenes que muestran desde enfrentamientos entre serbios y bosnios o entre judíos y palestinos, una fosa común de refugiados ruandeses en Zaire o una feria de armas en Italia, hasta un desfile de trajes de baño inspirados en los uniformes de las Fuerzas de Defensa israelíes o una pelea entre Bart y Homero Simpson (...). 'La tele ha ganado la partida a los otros medios de comunicación porque ofrece una imagen de la realidad. Ahora bien: ¿hasta qué punto son reales esas personas que vemos en la pantalla, esos seres macilentos amontonados en la mugre de una aldea somalí o que nos miran en silencio detrás del cerco de alambre de púas de un campo de concentración? Parecen reales. Pero la tele no puede hacernos sentir lo que sienten esas personas. Cuando cambias de canal, las personas que aparecen en el noticiero se mezclan con los personajes de las series y de las novelas. Apagás la tele y todos ellos desaparecen'.(3)

La guerra, en manos de ciertos medios, se muestra como justificada por un sentido humanitario (hay que salvar a los libios, a los croatas, a los bosnios, a los darfurenses, a los somalíes, a los ruandeses, a los haitianos, a los angoleños). Se lanzan bombas sobre blancos militares, fomentando la idea de que las guerras pueden ser quirúrgicas, es decir, concentrarse sobre el aspecto militar de una sociedad sin hacer mella en su funcionamiento cotidiano. Nada más falso, puesto que esta visión plantea que el mundo militar no está compuesto por personas, y que estas personas se vinculan con otras, ajenas a la vida marcial. Como si los militares enemigos no tuviesen familia y/o amigos, y sus muertes no le importasen a nadie.
La guerra se convierte, entonces, en un instrumento político y económico, y, también, en un negocio para el showbussiness. La cobertura mediática tiende a mostrar las bajas del enemigo durante las fases iniciales de un conflicto, como antes se afanaba en mostrar las bajas civiles.

La causa contra la guerra no se sustenta en la información sobre el quién, el cuándo y el dónde; la arbitrariedad de la matanza incesante es prueba suficiente. Por el contrario, para los que están seguros de que lo correcto está de un lado, la opresión y la injusticia del otro, y de que la guerra debe seguir, lo que importa precisamente es quién muere y a manos de quién.Para los militantes la identidad lo es todo. Y todas las fotografías esperan su explicación o falsificación según el pie que se les coloque.(4)

La segunda guerra de Iraq enseña que si uno, como hizo Al Jazira, muestra los errores cometidos por la intervención, desenmascarando el falso concepto de guerra quirúrgica, y volviendo evidente que las justificaciones del conflicto, es decir, matar para impedir muertes, son falsas, pasa a formar parte del enemigo a derrotar, convirtiéndose también en objetivo de los misiles y bombardeos aliados, de la coalición, de la fuerza internacional o de la ONU.
Entendemos por esto que, llegado el punto del ataque, sólo el discurso oficial es válido.

El sujeto contemporáneo, que llamaremos consumidor-espectador o ciudadano, de acuerdo a la toma de posición que asumamos, indiscutiblemente está condicionado por una sobreinformación que se traduce en desjerarquizacíón de la información y subinformación, por una sobreoferta tecnológica que se manifiesta en la subutilización de servicios y productos y por una sobreinterpretación (definido por Umberto Eco) que contribuye a una distorsión y reducción perceptiva.(5)

El concepto de neoguerra, se refiere a un tipo de conflicto (denominado de baja intensidad) que se origina, generalmente, en intereses económicos.

Según Eco, la paleoguerra consistía en derrotar al adversario a fin de obtener un beneficio de su derrota. Se aceptaba pagar un precio en vidas humanas a fin de que el enemigo sufriera unas pérdidas aún mayores que las nuestras. Para ellos había que utilizar todas las fuerzas disponibles. Se sabía quién era el enemigo. El juego se desarrollaba entre ambos contendientes, de ahí que normalmente el choque fuera frontal y estuvieran implicados dos o más territorios reconocibles. La guerra fría instauraba una tensión de paz beligerante o de beligerancia pacífica, de equilibrio de lterror, que garantizaba una notable estabilidad en el centro y permitía, o hacía indispensables, formas de paleoguerra marginales (Vietnam, Oriente Próximo, estados africanos, etc). En el fondo, la guerra fría garantizaba la paz para el primer y el segundo mundos, al precio de algunas guerras temporales o endémicas en el tercero. Tras la caída del imperio soviético cesaron las condiciones de guerra fría, pero salieron a la luz las guerras que nunca han cesado en el Tercer Mundo.(6)

Entonces, entendemos que las paleoguerras marginales se originaban en la lucha de poder, de zonas de influencia si se quiere, entre poderes centrales, planteando el conflicto sobre territorios y poblaciones ajenas. Esto hacía posible la aplicación de la doctrina del shock, es decir, la movilización de parte de la industria y la población de un país contra un enemigo más o menos tangible, que tenía un rostro apreciable y al que se DEBÍA derrotar.
Afirma Eco que la neoguerra no es frontal, ni se sabe quién es el enemigo. Tampoco implica grandes movimientos de tropas y población en los países que las organizan (ahora todo se desarrolla a través de coaliciones, que incluyen contingentes de muchas nacionalidades). Quizá esto pueda entenderse al notar que la posibilidad de obtener beneficios sobre el derrotado se ha deslizado desde el estado agresor a cierto número de empresas/multinacionales, interesadas tanto en la explotación de los recursos como en la reconstrucción del estado agredido.
La neoguerra plantea una situación curiosa, los ejemplos de Afganistán e Iraq son emblemáticos, siendo que el beneficio final de la campaña recae en un número indeterminado de privados, mientras las economías de los países involucrados se muestran arruinadas o parcialmente arruinadas. Dada la impopularidad de estos resultados, y de los resultados percibidos por la audiencia de sujetos-consumidores, percibidas a través de las coberturas brindadas por medios masivos, Eco afirma que se desarrolló una nueva estrategia:

Se impidió que la información minara la eficacia de las operaciones militares desde el interior, y ello dio lugar a una actuación muy parecida a la censura. La aparición de Al Jazira, diciendo lo que no querían decir otros medios, demostró el poder informativo de internet. Se planteó la idea de que al enemigo se lo debe aniquilar físicamente, manteniendo el respeto formal sobre las poblaciones civiles, con la salvedad de que, cuando no actúan las potencias occidentales, puede ocurrir alguna matanza que no debe ser mencionada. El problema es que, según parece, no hay mandos militares capaces de ganas las neoguerras. Por un lado, ya no se dan todas las condiciones que permiten hacer la guerra, puesto que el enemigo está totalmente camuflado, y, por otro lado, para poder demostrar que en cierto modo todavía se hace frente al enemigo, hay que realizar simulacros de paleoguerra, aunque sólo sirven para mantener sólido el frente interno, y hacer olvidar a los propios ciudadanos que el enemigo no está donde se le está bombardeando, sino que se encuentra entre ellos.(7)

Frente a este desconcierto, la opinión pública, algunos comunicadores y líderes políticos hicieron usó de la metáfora de La cruzada, el choque de civilizaciones, el conflicto entre cristianos e infieles.
No me parece atrevido afirmar que, luego de los disturbios en Egipto, Libia y, ahora Siria, estamos presenciando el inicio (o la continuación, si se quiere) de una cruzada global contra del terrorismo islámico (sea esto lo que interprete el lector).

Se trata de un escenario de ciencia ficción, que no quisiera ver nunca realizado. Por tanto, aunque la neoguerra de tercera fase se transformara en paleoguerra global, no lograría otro resultado que no fuese su perpetua continuación en un escenario desolado de Conan el Bárbaro. Lo que significa que en la era de la globalización una guerra total es imposible, ya que conduciría a la derrota de todos.(8)

(1) Ante el dolor de los demás, Susan Sontag.
(2) La guerra, la paz y otras cosas, Umberto Eco.
(3) Revista Cultura, segunda época, nro 66, Celina Chatruc.
(4) Ante el dolor de los demás, Susan Sontag.
(5) El imperio del cinismo, Patricio Lóizaga.
(6), (7) y (8) La guerra, la paz y otras cosas, Umberto Eco.

4 comentarios:

  1. Asi se sostiene un imperio a lo largo del tiempo no?

    Un abrazo

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  2. Más bien, creo que así se sostiene un negocio.
    Cordialmente,
    Yo.

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  3. Niño herrante: Muy interesante la nota .El libro de Eco ¿se puede conseguir en formato digital? No lo conocía.Un abrazo desde necodata. Me apunto como seguidor de tu blog.

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  4. Atilio, el libro se llama A paso de cangrejo y recopila muchas notas que Eco publicó en el diario La República. Ignoro si está en digital, supongo que sí.
    Gracias por la visita.
    Cordialmente,
    Yo.

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