martes, 31 de enero de 2012

Sembrar paranoia


[nota extraída de Sardinas en el desierto]

Entre la gran cantidad de aristas positivas que dejó el debate y posterior sanción de la Ley de Medios podemos decir que sin duda una de ellas es que todos tenemos un poco más de conciencia respecto del rol de los medios y su papel como gestores o propietarios de intereses. Algunos de ellos, como el Grupo Clarín y el diario La Nación, se han lanzado a un burdo rol de oposición al gobierno. Burdo y ciego.
En su urgencia por intentar que todos sintamos día a día que vivir en la Argentina es una auténtica maldición divina, recurren a recursos tan desagradables como el artículo cuya imagen ilustra esta nota, firmado por un señor de nombre José Crettaz, que no tuvo mejor idea que recurrir a un título como "Sabrán donde anduvimos".
En la nota, el autor se despacha con la siguiente frase: "el recorrido que los usuarios del SUBE hacen por la ciudad en colectivo, tren o subte queda registrado públicamente en Internet con detalle de fechas, horarios, tipo de transporte, línea e interno utilizado. Para acceder a esa información alcanza con disponer del número de la tarjeta. Un dato difícil pero no imposible de conseguir", lo que acompañado y sazonado con un "Podrían darse muchos argumentos respecto de los riesgos que presenta el hecho de que cualquiera sepa a qué hora se abandona el hogar y en qué y con qué frecuencia se viaja. O simplemente recordar que la inseguridad sigue al tope de la lista de preocupaciones de la sociedad", arma la combinación perfecta para cumplir con el desagradable objetivo de lo que para este diario es ya moneda habitual: ciudadanos temerosos, que sienten el mismo odio y preocupación que las políticas del Gobierno les generan a los poderosos que están tratando de defender privilegios indefendibles como controlar Papel Prensa, entre otros varios.
Cabe mencionar, tal vez sea un detalle, que la tarjeta SUBE, que el Gobierno pretende implementar masivamente, surgió primero como un esquema para reemplazar las siempre difíciles monedas y mejorar el acceso a los medios de transporte por parte de los usuarios. Para ello, algunos medios, entre los que también se cuenta La Nación, hicieron un lobby importante por el sistema. Podemos mencionar, a modo de ejemplo, otro título típico de la forma de actuar de este medio, publicado un año y medio atrás:


En este artículo, cuando se refiere a la solución del problema, se menciona que "otro alivio es Mis Monedas Card, que lanzó 50.000 tarjetas para usar en quioscos, librerías y autoservicios chinos, y espera llegar a 200.000 este año. El sistema único de boleto electrónico (SUBE) aporta lo suyo, pero sigue lejos de la instrumentación total, como prometió el Gobierno. Además, sólo se usa el 30% de las 300.000 tarjetas repartidas."
En ese momento, también la SUBE tomaba los datos personales y permitía seguir vía web el gasto (al igual que ocurre con la tarjeta Monedero y también con las tarjetas de crédito, siempre es una ventaja poder tener la posibilidad de controlar que no aparezcan gastos que uno no efectuó), pero se ve que no era problema. Pretender que la decisión del Gobierno (lograr que la gente utilice un sistema que puede permitir evitar el fraude por parte de las empresas a la hora de percibir subsidios) sea una maniobra destinada a convertirnos a todos en presa fácil de alguien (basta ver que el título tiene también la intención de sugerir que el Gobierno puede usar esa información para perseguir peligrosos ciudadanos que viajan en colectivo todos los días, como se expresa en el grueso de los comentarios de los foristas) es de una bajeza muy grande.
Burdo, ciego y dañino.


[MI OPINIÓN PERSONAL]

A pesar de que reconozco que la aplicación de SUBE será positiva, sigo teniendo esa sensación de que cada vez soy menos dueño de mis actos. Intuyo que es una tendencia global, y que no puede ser atribuida a este gobierno nacional. Pero no puedo dejar de hacer un paralelismo entre la tarjeta SUBE y lo que ocurre en el subte, en la novela Hermano menor de Cory Doctorow.

2 comentarios:

  1. A ver, a ver, ¿qué datos tan sensibles se pueden obtener de la SUBE? A qué hora tomaste el colectivo o subte, en qué parada o estación, qué interno o tren tomaste y cuánto pagaste.
    Lo último es un dato público y notorio, no hace falta que te lo diga una orwelliana tarjeta para saber la tarifa de subtes y colectivos.
    El Gobierno ya sabe donde vivís (salvo que no hayas hecho cambio de domicilio) y dónde trabajás (salvo que estés en negro o no tengas un trabajo regular), por lo que ya sabe con suficiente aproximación el horario, la parada y la dirección de tus viajes, sin necesidad que ninguna SUBE lo buchonée.
    Los chorros, por su parte, tampoco necesitan de la SUBE para saber tu rutina, como tantos robos exitosos previos lo demuestran.
    O sea, la única información que la SUBE da con exclusividad es el número de interno de colectivo que te tomaste. Información que no implica al usuario sino a la compañía de colectivos.
    El gobierno sí va a poder controlar la frecuencia de los colectivos, la recaudación de las vueltas, el descanso de los choferes y otras cosas que con las moneditas quedaban en la nebulosa.
    O sea, ajajá, ya sabemos a quién realmente representan los que dicen representar a los usuarios cuando se rasgan las vestiduras por la SUBE.

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  2. Ya lo sé. Por eso reitero que, para mí, la SUBE es positiva, pero no deja de recordarme al aparatito con el que seguían a la gente por el subte en la novela de Doctorow.
    Es un modelo mundial, no hay nada que hacerle.
    Cordialmente,
    Yo.

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