Por una razón puramente física, es posible que una obra como Todos mis amigos están muertos, editada por Norma Editorial a finales del año pasado, pase (injustamente) desapercibida entre las novedades de las librerías; y es que el volumen en cuestión no llega al centenar de páginas y cuenta con unas dimensiones muy reducidas: 11,5 x 15 cm. según la web de la editorial. Esto, como decíamos, sería injusto, y no solo por la calidad intrínseca de la obra -que la tiene, y mucha, como veremos-, sino porque propone un relato que puede plantear sanas dudas acerca de la definición de conceptos como cómic, novela gráfica y humor gráfico, y a partir de ahí generar un debate de lo más sugerente y, quizá, productivo.
Veamos: a simple vista, cualquiera que hojee la obra escrita por Jory John y Avery Monsen (este último también responsable del apartado gráfico) considerará que se halla ante una recopilación de muestras de humor gráfico: no hay viñetas, sino ilustraciones a doble página que se suceden, aparentemente, sin solución de continuidad, y donde diversos personajes (el dinosaurio que ilustra la portada y cuya experiencia vital da título a la obra, un anciano, un zombi, un informático, un árbol, etc.) manifiestan breves pensamientos, a modo de aforismos que no parecen particularmente brillantes, todos ellos relacionados con la idea de la muerte y, por tanto, de la vida como algo finito.
Pero conforme el lector se sumerge en las páginas de Todos mis amigos están muertos, descubrirá que algunos de esos personajes (el anciano y el árbol citados, unos náufragos, el mismo dinosaurio que reaparece justo al final, dándole a la obra una estructura circular muy apropiada dado el tema que trata) reaparecen, y que con su regreso evolucionan, se mueven -no necesariamente en un sentido físico, aunque también a veces-, y que por tanto confieren a la obra la naturaleza de arte secuencial. De hecho, podría considerarse así que la presente obra es una novela gráfica a base de splash pages dobles... por más que dado el estilo gráfico y el tamaño del tomo no se busque la espectacularidad que suele relacionarse con esta elección visual.
Así, Todos mis amigos están muertos parece plantearse como un híbrido entre la narración clásica de una historieta al uso con la construcción de una antología de humor gráfico. Pero no piense el lector que es necesario desarrollar todas estas elucubraciones intelectuales para disfrutar del libro de John y Monsen: de hecho, estas reflexiones surgen a posteriori, pues mientras se disfruta (y mucho) de su lectura, por más que esta sea breve, no se puede sino gozar con el humor negro e inteligente que manifiestan sus autores, en un relato repleto de sorpresas (atención a cómo concluyen las historias de, empezando del final hacia adelante, el dinosaurio, el árbol y la mesita de centro, y el anciano, esta última particularmente brillante)... y tan divertido como, en el fondo, amargo.
En resumidas cuentas: tanto da que se lo considere, además de "el libro de humor más triste y el libro triste más gracioso que hayas leído jamás" (por una vez, una frase promocional está muy cerca de dar en la diana), cómic, novela gráfica o humor gráfico; solo sé que cuando termine el presente mes y toque hacer repaso de los cinco mejores tebeos (u obras editadas como tal por editoriales especializadas en el sector), es muy probable que Todos mis amigos están muertos se cuente entre los títulos elegidos. Tiempo al tiempo.
Nota bene.- Las imágenes que acompañan a estas líneas pertenecen a la edición original de la obra; la edición de Norma incluye los textos convenientemente traducidos al español.
Título: Todos mis amigos están muertos
Autores: Jory John & Avery Monsen (guion) / Avery Monsen (dibujo)
Editorial: Norma
Fecha de edición: diciembre de 2011
96 páginas (color) - 12 €
[nota extraída de Abandonad toda esperanza]
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